¿Hacia un nuevo sistema monetario mundial?
Por Carlos Gustavo Gerscovich*
Abogado Consultor y Asociado al Estudio Jurídico Aguirre Saravia & Gebhardt

En esta nota abarcaré el sentido más moderno que está cobrando el dinero en los últimos tiempos, tanto en nuestro país como en el mundo globalizado.

 

La cuestión de fondo que subyace al título de esta colaboración encierra preguntas que no son de fácil respuesta, como: ¿hacia dónde va hoy el dinero? O ¿cuál será el dinero del futuro?

 

Lo principal de este trabajo está dirigido a la aparición de las monedas virtuales, que algunos llaman divisas digitales, o mejor aún criptomonedas, como el bitcoin, que provocó una revolución extraordinaria a partir de su aceptación generalizada y comenzó a difundirse en poco tiempo, insinuándose cambios fundamentales en la concepción y el funcionamiento del dinero. 

 

Originariamente los sistemas monetarios permitían a los bancos comerciales privados producirlo. Y hoy ellos producen otros “dineros”, en sentido económico, sin curso legal ni forzoso. Así tenemos el “dinero bancario”, como los cheques y las tarjetas de crédito, el “dinero electrónico” utilizado en el e-commerce, o el denominado “dinero escritural”, que formaban parte de las cuestiones monetarias modernas, hasta que aparecieron esas criptomonedas digitales que parecen escapar de esas cuestiones monetarias que aún preocupan actualmente, como la propia masa monetaria, su expansión o contracción, la oferta monetaria y sus relaciones con la inflación de precios y la tasa de interés, etc.

 

Casi nada de todo eso, (por no decir directamente nada), sucederá en el futuro cuando con bastante probabilidad se generalice el nuevo concepto del dinero que ya está adquiriendo actualmente con las drásticas novedades que describiremos aquí.

 

En este contexto ocurrió que hace poco tiempo comenzó a utilizarse la palabra disrupción que con su moderno sentido connota perfectamente el profundo cambio que insinúa alterar –sin ningún retorno- todo lo preexistente. Lo aplicamos al campo monetario, donde parece que ya no habrá más moneda de papel, ni papel-moneda, ni tampoco los “congéneres” (al decir de Arthur Nussbaum: Teoría jurídica del dinero – El dinero en la teoría y en la práctica del derecho alemán y extranjero-, trad. De Luis Sancho Serral, editado por la “Revista de Derecho Privado”, Serie B, Vol.IX, Librería General de Victoriano Suárez, Madrid, 1929, p.87. Y Derecho monetario nacional e internacional, Buenos Aires, 1954, p. 445, nota 45), denominados curso forzoso y curso legal, o convertibilidad e inconvertibilidad, etc., etc. 

 

Porque esa disrupción no es solamente una simple “interrupción” en la actuación de los tradicionales mecanismos conocidos -lo que implicaría su ulterior continuidad- sino algo nuevo que los altera y puede encuadrarse en la llamada cuarta revolución industrial: o sea, cómo se arman y organizan los sistemas de producción en la ciber industria del futuro, que en rigor ya es virtualmente el presente.

 

El Ciberdinero: criptomonedas o monedas virtuales, o digitales

 

Otras preguntas que trataremos de contestar surgen ahora: ¿Qué clase de dinero se halla en ese ciberespacio? ¿Cómo se ha creado? ¿Cómo circula y se mantiene? ¿Para qué sirve? ¿Cuáles son sus atributos o características? ¿Y su futuro?

 

1. Algunos datos de la realidad 

 

La originaria aparición de ese “nuevo dinero”, que generalmente se recuerda, ocurrió a principios de 2009 con el llamado Bitcoin, cuando alguien abonó una pizza con él, en Manhattan, y esa moneda fue aceptada para pagarla.

 

Los interconectados mercados financieros globales (bancos y bolsas) están teniendo una notable etapa de bonanza en los últimos años. Muchos de los principales índices de los Estados Unidos cerraron el mes de noviembre pasado (2017) cerca de sus máximos históricos, y diversos mercados internacionales acumulan jugosos retornos luego de su recuperación posterior a la profunda crisis de 2007-2009. Adicionalmente, el boom de las criptomonedas y activos similares ha generado ganancias extraordinarias para muchos inversores y especuladores en períodos inusualmente breves.

 

Es que ese dinero virtual se materializa y circula por todo el mundo. Y lo hace aparte del dinero tradicional, al que estamos acostumbrados. Es pues necesario adaptarse, conociendo sus características y el funcionamiento que tiene, como lo haremos aquí y en la sección siguiente.

 

Ahora brindamos algunos datos ilustrativos sobre el crecimiento de las criptomonedas y la más importante de las mismas.

Hacia noviembre de 2017 el bitcoin comenzó a operar en el Nasdaq y en la Bolsa de Chicago, EE.UU, para la compra y venta de futuros.

 

En La Argentina aumentó en 2017 a un récord de $ 3,7 millones, más de cuatro veces el registrado en igual período del año anterior.

 

Se ha dicho que a lo largo del año pasado, el bitcoin subió de US$ 758,81 a los US$ 17.000, o sea un incremento 2.142%.

 

Frente a tan tremendo crecimiento, no puedo sino reflexionar que también puede que tamaña suba responda a la extraordinaria demanda y ella esté vinculada al deseo de una importante parte del público de operar fuera de los controles gubernamentales, especialmente tributarios.

 

Una cuestión distinta, triple y de difícil respuesta se refiere a la evolución futura de las criptomonedas, lo que genera estos interrogantes: (1) ¿se convertirán en las protagonistas monetarias globales del siglo XXI, (2) lideradas por la que parece ser  la principal de ellas (bitcoins) y al  mismo tiempo (3) diversificadas?

A mi juicio las criptomonedas pueden ser un fenómeno que inclusive por su apoyo tecnológico e informático podrían en el largo plazo cambiar las funciones dinerarias que hoy conocemos.

Cabe pensar también que podrían generarse diferentes criptomonedas para distintos sectores de la economía (como ya ocurrió con el bilur para el petróleo) y así podrían aparecer: una moneda única para las operaciones inmobiliarias; otra para las del comercio exterior; otra más para las operaciones bursátiles; etc. etc.

 

En definitiva y más allá del bitcoin, estamos ante monedas que reúnen varias condiciones negativas: (1) no parecen encuadrar en la idea de una “burbuja”, (2) no se hallan reguladas en el mundo occidental, (3) formalmente carecen de respaldo o de garantías que refuercen su utilización, y (4) tampoco tienen supervisión estatal en la mayoría de los países donde actúan y se demandan por la gente y los comercios que las reciben.

 

Otro dato vinculado con lo que exponemos es que las criptomonedas están creciendo en su aceptación por los comercios para el pago de los bienes y servicios que prestan. Con lo cual el valor de varias de ellas tiende a ir en progresivo y fuerte aumento.

 

Obsérvese que con ese incremento del año pasado (2017) el bitcoin llegó a subir a casi U$d 20.000, aunque luego bajó bastante. Fue un incremento de más del 2.200%. De modo que cabe considerarlo también como un instrumento de inversión y una oportunidad para ganar importantes sumas de dinero.

 

Pero en sentido adverso al bitcoin se ha estudiado el costo que demanda su utilización desde una óptica que excede a nuestra especialidad y conocimientos. Así se dijo que para “emitir” un solo bitcoin son necesarios 351 KW/hora, lo que a su vez libera 172 kg de dióxido de carbono a la atmósfera. Se trataría de suficiente energía como para proveerle a un hogar electricidad por un año entero. No nos expedimos sobre estas cuestiones por ser ajenas al campo del derecho económico que tratamos.

 

Finalmente apuntamos algunos datos más: que pueden manejarse las criptomonedas desde billeteras inteligentes (wallets) y en teléfonos celulares, con lo que adquieren mayor funcionalidad. Y además –en principio, según se afirma- habría cierta inmunidad de los blockchains (a continuación) frente a los hackers, aunque esto último no es absoluto y está discutido.

 

Como generalmente crecen en sus valores, constituyen también una oportunidad para especular, atesorando, y a la vez escapar al control de los organismos gubernamentales en materia tributaria que muchos particulares y empresas están aprovechando para transformar sus capitales y ponerlos a resguardo en defensa de quienes en otras condiciones podrían afectarlos, hurtarlos o robarlos.

 

Los bitcoins y otros. Los blockchains. Características del dinero virtual

 

Según algunos estudios, los bitcoins habrían nacido el 3 de enero de 2009. En menos de diez años tenemos hoy alrededor de 800 monedas virtuales (832, dicen) que circulan por la web, donde prevalece el bitcoin, y se hacen negocios, cambios por otras monedas y pagos sin billetes. El primer dato destacable es que ningún Banco Central del mundo occidental controla su emisión, su expansión, ni su circulación. Por ahora son ajenos a la masa monetaria.

 

Se dice que a este fenómeno se llegó gracias a un misterioso japonés, llamado Satoshi Nakamoto, creador de esa moneda. No parece muy verosímil que un solo hombre la haya producido, sino más bien pudo haber sido un equipo comandado por él. Pero sí es cierto que ha sido Japón el primer país que reguló el bitcoin por medio de una ley. Y ésta entró en vigor hace menos de un año, el 1º de abril de 2017.

 

Para entender cómo se generan los bitcoins tendríamos que desarrollar amplias explicaciones que excederían nuestros límites de espacio. Pero sí brindamos algunos de los principales elementos que intervienen en su creación y funcionamiento. 

 

El origen de este dinero es puramente convencional. Ante todo aparecen al inicio –sin norma alguna- los algoritmos trabajados en el mundo por numerosos ingenieros informáticos (nerds, se los llama en el lenguaje moderno y se dice que son unos 80.000, la mayoría radicados en China), a los que en la denominación técnica del ámbito informático y de las computadoras se los llama mineros, quienes están interconectados y compiten entre ellos en las operaciones de cambio que se producen. Así lo hacen hasta que resulta un “ganador” que fija el precio de cada unidad monetaria y se lleva como “premio” algo parecido al antiguo señorío que percibían los bancos centrales, que  hoy sería como una suerte de comisión, con más el beneficio que resulta de la creciente apreciación de esa moneda, comparada con otras (por ej., respecto al dólar estadounidense llegó casi a superar las 20.000 unidades de éste por cada bitcoin, aunque a mediados de diciembre próximo pasado -2017- registró una baja considerable debido a la cual algunos analistas comenzaron a hablar prematuramente de su enorme volatilidad, característica que por ahora no parece ser cierta, al menos en cuanto a tan exagerado tamaño)

 

Otro elemento concurrente y muy importante para explicar esta criptomoneda son los llamados blockchains,(cadena de bloques) una suerte de registros contables en los que quedan simultáneamente asentadas en todas las PC de esos nerds la totalidad de las operaciones realizadas. 

 

Se trata de una tecnología que se  está poniendo de moda. Consiste en una base de datos, por ello así distribuida, y además segura e inmutable, que tiene también un código abierto, donde pueden almacenarse e intercambiarse todo tipo de valores (desde fotografías, música y arte, hasta dinero y acciones, entre otros) sin necesidad de intermediarios. Los bloques se vinculan entre sí mediante criptografía (cifrado) y contienen datos de la transacción que no pueden ser alterados de forma retroactiva sin el consentimiento de la mayoría de los nerds de la red (véase Esteban Lafuente y Andrés Krom en Blockchain para todo: la tecnología que dio vida al bitcoin suma aplicaciones en la economía real,  nota muy interesante que recientemente estaba disponible en https://www.lanacion.com.ar/2108140-blockchain-para-todo-la-tecnologia-que-dio-vida-al-bitcoin-suma-aplicaciones-en-la-economia-real, donde se da cuenta de su utilización ampliada a distintas ramas del comercio, la industria, etc.).

 

Este factor es muy importante, porque en él parecen asentarse la credibilidad y la confianza de los inversores acerca de las principales características del moderno dinero, las que luego desarrollaremos. Bien se ha dicho entonces que “la confianza se instaló en la web”.

 

Este nuevo dinero ha provocado esa disrupción en el mundo, de la que hablábamos al comienzo. O sea que se rige por principios y reglas que difieren profundamente de los anteriores. Aquí ya no hay más curso legal, ni curso forzoso, ni moneda de papel, ni papel moneda, tampoco es susceptible el bitcoin de depreciación, ni de devaluación monetaria, entendiéndose por ésta la que se produce por un acto de gobierno, mientras que la primera ocurre de hecho por el propio accionar de los operadores económicos.

 

Todo lo que ocurre con las modernas monedas a las que nos estamos refiriendo se explica por la voluntad de los participantes y porque la web es infinita, no tiene un determinado espacio geográfico.

 

En estas condiciones se plantea el interrogante sobre el futuro de estas monedas: si ellas son una oportunidad o una amenaza para el sistema monetario actual. Y si éste será o no reemplazado por un nuevo sistema monetario que se avecina, o si esta es una fantasía producida por nuestra imaginación, como el Ethereum, o el Bilur (equivalente a 6,5 barriles de petróleo, creado por la R. Fintech y para utilizarse en ese mercado).

 

El mercado nuevo, más amplio de los bitcoins, y por extensión aplicable a otras monedas digitales, tiene las siguientes características:

 

  • se trata de unidades monetarias abstractas 
  • Como tales son intangibles;
  • constituyen activos monetarios;
  • están digitalizados;
  • actúan descentralizados, no hay una banca central que los emite y supervisa;
  • funcionan encriptados con claves pública y privada (criptografía asimétrica);
  • actúan sin normas que los regulan, salvo Japón (como lo acabamos de exponer);
  • son también anónimos;
  • no pueden devaluarse por actos de gobierno;
  • no pueden ser intervenidos por los gobiernos o bancas centrales de los países.

Opiniones favorables y desfavorables. Sucesos recientes 

 

Comenzamos esta sección comentando las segundas.

 

El Presidente del Grupo Banco Mundial, Jim Yong Kim, manifestó sus dudas sobre las monedas digitales, y más lejos fueron algunos economistas. Entre ellos cabe destacar a Nouriel Roubini, quién fue el primero que tuvo el gran mérito de haber sido el único que predijo la gran crisis bursátil global de mediados de 2007-2008. Pues bien, es obvio que no le gustaron las criptomonedas, pues recientemente las calificó como “la mayor burbuja” (bigest bubble)

 

Se las llegaron a llamar “moda pasajera”, e incluso se habló de estafa, comparándoselas con el manejo del llamado esquema Ponzi, insinuándose tratarse de operaciones fraudulentas de inversión que implican el pago de intereses a los inversores con su propio dinero ya invertido, o proveniente del dinero de nuevos inversores (estas críticas pueden consultarse en https://www. bloomberg.com/news/articles/2018-02-07/cryptocurrencies-are-like-ponzi-schemes-world-bank-chief-says). 

 

Se dijo que con esta operatoria no se invierte en instrumentos financieros, sino que se redistribuye el dinero de unos inversionistas hacia otros (véase Daniel Fernández Canedo, en “Foco ecconómico”, diario Clarín 07/02/2018, disponible en: https://www.clarin.com/opinion /afecta -derrumbe-acciones-wall-street_0_BJ5-cjDUG.html)

 

Tales críticas revelan a mi juicio un cierto desconocimiento de la mecánica y la estructura compleja de estos instrumentos, cuyos valores se generan de modo consensuado y ajeno a los acostumbrados organismos de control. O lo que sería aún peor, podrían tener cierta intencionalidad aviesa frente a la supuesta “amenaza” que representan.

 

Recientemente se produjeron algunas extraordinarias variaciones en los mercados que parecieron darles la razón a las críticas referidas. A comienzos del mes de febrero de 2018 se produjo el que se denominó el “lunes negro” con el derrumbe global de mercados que partió desde Wall Street (Nueva York, con una caída del 4,6% de su bolsa). El índice argentino de su Mercado de Valores (Merval) se desplomó en una cifra parecida (4,5%).

 

A los pocos días, el pasado 8 de febrero se produjeron más ventas masivas y otra recaída parecida (del 4,15%) en el Dow Jones, el principal indicador de la bolsa neoyorquina. 

 

Las precedentes circunstancias parecen ser ajenas a las monedas digitales y no tendrían que haberlas afectado, al menos directamente, debido a sus propias características ya descriptas. Por ejemplo el bicoin mantuvo su valor en cuanto a la modalidad futura estimada, que tuvo una leve alza y “cotizó” a u$d 8.310 (+105 = + 1,28%) (dato tomado y disponible desde  https://es. investing.com/technical/technical-summary).

 

Con una visión menos pesimista, u optimista (según se mire) se ha opinado que las criptomonedas son una mejora sobre las formas anteriores de dinero por ser de más fácil movilización, sin costos extras en las transacciones, sin intermediación humana entre el comprador y el vendedor, con el anonimato y una fuerte capacidad de utilización.

También se asegura que el algoritmo fundante las convierte prácticamente en invulnerables. Y se dice que hacen que las transacciones son más fáciles, porque pueden realizarse en un espacio geográfico más grande como el mismo mundo, con menos tarifas, menos costos, menos probabilidades de error humano, más seguridad y privacidad.

Por todo eso se sostiene que las monedas digitales son hoy la evolución natural del dinero.

Pero valorarlas es complicado. A diferencia del sector inmobiliario (real estate), las acciones o los bonos, las monedas digitales no generan un flujo de ingresos por sí mismas.

Esto es lo que hace que las monedas virtuales sean diferentes a otros tipos de inversión. 

 

Sin embargo, mientras más gente acepte una moneda digital, o se la acepte in crescendo como instrumento de pago para el cambio de bienes como está ocurriendo en comercios, shoppings, el e-commerce, etc., más valiosa se vuelve pese a que no está respaldada en metálico (sea en oro, plata, etc.). 

 

Para muchos, el hecho de que una criptomoneda no esté respaldada por el gobierno es algo difícil de aceptar. Y es lo que está ocurriendo en la mayoría de los gobiernos occidentales, pues  existe el riesgo del desfinanciamiento estatal en la medida en que se su utilización se generalice. En relación con esto, el Banco Central argentino se ha pronunciado desaconsejando la utilización de este dinero virtual. Otros países lo han prohibido, como China y Corea del Sur.

 

Otra caracterización más se impone respecto al “cómo” de las monedas digitales. Esto es que implican un paso más hacia la dependencia de la informática con relación al uso del dinero.

Lo cierto es que vienen teniendo un extraordinario crecimiento. Según la Universidad de Cambridge ya hay carteras con criptomonedas activas en el mundo con unos 3 millones de usuarios. Solo en Japón ya hay más de 260.000 comercios que aceptan el bitcoin (BTC) como medio de pago.

 

Las operaciones se efectúan directamente por los interesados por medio de asientos en la referida Blockchain. Se realizan y asientan contable y simultáneamente por los llamados “mineros” que manejan el sistema, que es digital, privado y global (una excepción a esto parece ser el Petro venezolano, de reciente anuncio por el Presidente Maduro, porque en este caso sería de naturaleza pública o estatal).

 

Conclusiones

 

EL bitcoin no es como el dinero que conocemos, un bien emitido por un organismo estatal susceptible de afectarse hasta intencionalmente por circunstancias económicas, ideológicas o políticas, puesto que está situado en un lugar que –diríamos con alguna exageración- se halla fuera de lo terrenal. 

 

Se trata de una nueva categoría dineraria de naturaleza privada y no pública. Constituye un activo digital que es creado descentralizadamente por muchos de esos “mineros” que actúan en el globo. Además tiene impuesto en su cantidad total -por medio de un protocolo informático- un límite máximo a su creación, que es de 21 millones de bitcoins. La totalidad de los que pueden emitirse está así limitada y no depende de la necesidad fiscal de ningún gobierno que por su exceso emisor pueda producir el fenómeno inflacionario. 

 

Si continúa la demanda ascendente de bitcoins, probablemente en un futuro no muy lejano ellos se conviertan en el gran competidor de los bancos, a los que las empresas comenzarán a eludir para evitar sus costos en tasas de interés, comisiones, etc. Esto ocurrirá con mayor razón en la medida que más países, aparte del Japón (que ha sido “el primer adelantado”), le concedan el carácter de moneda con curso legal.

 

Otro eventual beneficio del Bitcoin es que si en algún momento pasa a ser un medio de cambio generalmente aceptado, las tasas de interés se fijarán en Bitcoins y de modo acorde al funcionamiento de los mercados. Con lo cual se desenvolverían aparte de las entidades autorizadas por los bancos centrales.

Probablemente desaparecerían con ello los ciclos económicos causados por la inestabilidad monetaria en los países que la padecen.

Me inclino a pensar que en atención a su envergadura y desarrollo el Bitcoin ya puede ir considerándose dinero, porque va cumpliendo las principales funciones económicas que doctrinalmente son aceptadas para ser tal (conf. Gerscovich, Carlos G. Derecho Económico Monetario, ediciones Depalma, Buenos Aires, 1991, p.67), a saber: 

 

1. Es un medio de cambio que goza de cada vez mayor aceptación en el mundo, donde ya    son miles las empresas que lo reciben en transacciones comerciales.
2. Ha pasado a ser una reserva de valor pues esto resulta de la gran demanda del público, que tiende a este principal efecto.
3. Lo mismo, aunque en menor medida, va valiendo como unidad de cuenta, en tanto todavía no goza de las estimaciones que suelen hacerse en dólares o euros.

 

Desde lo estrictamente jurídico, para ser considerado dinero, debe cumplir la función de ser un medio legal de pago generalmente aceptado, lo que ya está ocurriendo en la actualidad, cada vez más, y en varios países del globo.

 

Si bien puede admitirse que todas esas condiciones no se dan todavía de manera plena, absoluta, o completa en todas las latitudes, sí es un dato de la realidad que el bitcoin se está imponiendo mundialmente, a pesar de carecer de respaldo en metálico, en la medida en que su valor viene aumentando considerablemente, con el único y principal fundamento en la confianza de los interesados y operadores, pese a algunas esporádica recaídas que ha tenido. Con lo que viene manteniendo su poder de compra en el tiempo, sin que el mismo suba o baje permanentemente.

 

 

Citas

*Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires.

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