La afirmación “la ética no tiene horarios ni fronteras” adquiere una relevancia especial cuando se analiza desde el punto de vista del Compliance.
El cumplimiento normativo, en su concepción moderna, ha dejado de ser un simple mecanismo de control legal para convertirse en un sistema integral que abarca no solo la observancia estricta de las leyes, sino también la promoción de valores éticos universales, que trascienden a los territorios, a las culturas, y a las circunstancias temporales.
En este sentido, la ética constituye el núcleo del Compliance, pues es la que da coherencia y sentido a la actuación empresarial más allá de los límites estrictos de la legislación.
Tal como se ha hecho alusión, esta expresión resulta especialmente significativa en el ámbito del Compliance, porque condensa la idea de que la integridad y los valores éticos, que guían a una organización deben ser constantes, universales, y no estar sujetos a condiciones temporales, culturales o geográficas.
EMPRESAS OPERANDO EN DIFERENTES PAÍSES
En un mundo donde las empresas operan en múltiples países, y bajo normativas diversas, esta frase invita a reflexionar sobre la necesidad de trascender el mero cumplimiento formal de las leyes, para asumir la ética como un principio rector absoluto de la actividad empresarial.
Las leyes tienen, por su propia naturaleza, un ámbito de aplicación restringido: dependen de una jurisdicción específica, y suelen variar entre países e incluso regiones.
Sin embargo, los valores éticos que sustentan al Compliance -como la integridad, la honestidad, la transparencia y el respeto a la dignidad humana- no pueden limitarse a fronteras geográficas ni a contextos determinados.
Una empresa, que asume el Compliance como parte de su identidad debe mantener un comportamiento homogéneo e íntegro en todas las latitudes, garantizando que sus prácticas comerciales sean responsables sin importar dónde opere.
En otras palabras, lo que es éticamente inaceptable en un país, no puede considerarse aceptable en otro, aun cuando las normativas locales lo permitan.
La ética se convierte así en un principio rector, que no admite excepciones de espacio.
La idea de que “la ética no tiene horarios” refuerza esta visión de continuidad y permanencia.
La integridad empresarial no es algo que se limite al horario laboral ni a los entornos corporativos formales.
LA EMPRESA DEBE TENER UNOS VALORES ÉTICOS CON INDEPENDENCIA DE CADA PAÍS
El Compliance exige que tanto la empresa como sus colaboradores actúen de manera coherente con los valores éticos en cualquier momento, pues cada acción, incluso fuera del ámbito de la oficina, puede impactar en la reputación y legitimidad de la organización.
La ética, por tanto, es un compromiso permanente que no entiende de pausas ni de momentos de excepción, porque los principios de rectitud deben acompañar a la persona y a la entidad en todo instante.
Este enfoque permanente y universal es también un elemento estratégico.
En un mundo globalizado, donde las empresas operan simultáneamente en distintos países y contextos culturales, la adopción de estándares éticos que trascienden normativas locales, se convierte en una ventaja competitiva.
Los grupos de interés -v.gr. clientes, inversores, proveedores, autoridades y la sociedad en general- valoran cada vez más a las organizaciones, que se conducen con integridad constante, independientemente de los incentivos de corto plazo, o de las particularidades regulatorias de un mercado determinado.
Así, la ética sin fronteras se traduce en valores como son la confianza, la credibilidad, y la sostenibilidad a largo plazo.
«Un directivo, que incurre en prácticas corruptas en su vida privada, o un empleado que utiliza redes sociales para difundir comentarios discriminatorios, dañan la imagen y credibilidad de la empresa, tanto como lo haría una infracción cometida en horario de oficina».
LA ÉTICA ES UN COMPROMISO ININTERRUMPIDO
En este orden de cosas, cuando hablamos de horarios, hacemos referencia a la permanencia de la ética como compromiso ininterrumpido.
La ética, entendida como el conjunto de principios y valores que orientan la conducta, no puede limitarse al tiempo en el que un empleado está físicamente en su puesto de trabajo, o dentro de las instalaciones de la empresa.
Desde la perspectiva del Compliance, la integridad debe acompañar a cada individuo en todo momento, pues sus decisiones y comportamientos, incluso fuera del ámbito laboral, pueden afectar a la reputación, a la confianza, y a la legitimidad de la organización.
Un directivo, que incurre en prácticas corruptas en su vida privada, o un empleado que utiliza redes sociales para difundir comentarios discriminatorios, dañan la imagen y credibilidad de la empresa, tanto como lo haría una infracción cometida en horario de oficina.
Así, el principio de que “la ética no tiene horarios”, pone de relieve que el compromiso con los valores corporativos, es permanente y no admite excepciones ni interrupciones.
Por otro lado, cuando decimos que “la ética no tiene fronteras”, nos situamos en el terreno de la universalidad.
Las leyes son, por definición, territoriales: cada país cuenta con su propio ordenamiento jurídico, con normas que pueden ser más o menos estrictas en relación con la corrupción, la competencia, la protección de datos o el medioambiente.
Sin embargo, los principios que inspiran al Compliance son universales.
La transparencia, la honestidad, el respeto a la dignidad humana, y la responsabilidad social no pueden variar en función del lugar en el que la empresa opere.
Si una práctica empresarial es considerada poco ética en un país, no puede justificarse en otro bajo el argumento de que allí la legislación es más permisiva.
Por ejemplo, el soborno de funcionarios públicos puede estar tipificado de forma diferente en distintas jurisdicciones, pero desde el punto de vista del Compliance resulta inaceptable en cualquier circunstancia, porque atenta contra el principio universal de integridad.
ETICA SIN FRONTERAS
La ética sin fronteras también adquiere relevancia en un mundo globalizado, donde las empresas forman parte de cadenas de suministro internacionales, y trabajan con socios estratégicos de distintas culturas y contextos regulatorios.
En este escenario, el Compliance asume el reto de establecer estándares comunes de conducta, que se apliquen en toda la organización, sin importar el país, la filial o la matriz, y la legislación local.
Es decir, un código ético empresarial debe ser vinculante en igual medida para un trabajador en Europa, que para uno en América Latina o Asia, porque la empresa se define sobre la base de valores mutuamente compartidos, que la identifican de forma global.
Así, la universalidad de la ética no solo protege a la organización frente a riesgos legales y reputacionales, sino que también refuerza su identidad y coherencia corporativa en todos los mercados donde participa.
Además, la afirmación “la ética no tiene horarios ni fronteras” subraya el hecho de que el Compliance no se limita al cumplimiento mínimo exigido por la ley.
Mientras que el derecho establece un umbral de lo permitido y lo prohibido, el Compliance busca ir más allá, incorporando principios éticos que no dependen de la existencia de una norma escrita.
Esto cobra especial relevancia en situaciones donde existen vacíos legales o lagunas regulatorias.
Pensemos en la irrupción de nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial o el big data: en muchos países, la normativa sobre su uso responsable todavía es incipiente.
LA ÉTICA ES UN FARO PARA LA EMPRESA
Sin embargo, desde la perspectiva del Compliance, las empresas no pueden esperar a que las leyes avancen; deben aplicar desde ya criterios éticos universales para proteger la privacidad, garantizar la equidad y evitar abusos.
La ética, en este sentido, actúa como un faro que guía a la organización incluso cuando el marco legal resulta insuficiente.
También conviene resaltar, que la ética sin horario ni fronteras es una exigencia de la sociedad contemporánea.
Los consumidores, los inversores, y los organismos internacionales demandan, que las empresas actúen de manera responsable y coherente, con valores éticos que trascienden las fronteras nacionales.
Las malas prácticas en un país pueden tener repercusiones globales en cuestión de horas gracias a la difusión instantánea de la información a través de medios digitales.
De ahí, que el Compliance deba garantizar un comportamiento uniforme y ético en todo momento y lugar, porque la pérdida de confianza en un mercado puede extenderse rápidamente a escala global.
En la práctica, esta concepción ética se traduce en la necesidad de desarrollar programas de Compliance transversales, que no solo se limiten a elaborar códigos de conducta, sino que promuevan una auténtica cultura corporativa basada en la integridad.
Ello implica acciones concretas como la formación continua de empleados en valores éticos, el establecimiento de canales de denuncia efectivos y accesibles en todos los países donde opera la organización, la implementación de políticas globales de tolerancia cero frente a la corrupción, y la integración de criterios sociales y medioambientales en las decisiones empresariales.
UNA VENTAJA COMPETITIVA
La ética, así entendida, se convierte en un compromiso que abarca todas las dimensiones de la empresa, y que, además, se mantiene vigente en cualquier contexto.
Por ello, la frase “la ética no tiene horarios ni fronteras” también refleja la transformación del Compliance en un elemento estratégico para la sostenibilidad empresarial.
Una organización, que se guía por valores éticos universales y permanentes, no solo reduce su exposición a sanciones y riesgos legales, sino que también fortalece su reputación, atrae a inversores responsables y genera confianza entre clientes, proveedores y empleados.
En este sentido, la ética deja de ser únicamente una obligación moral para convertirse en una ventaja competitiva, que diferencia a la empresa en un mercado cada vez más consciente y exigente.
El Compliance, en este marco, no se limita a ser un sistema de prevención de sanciones, sino que se consolida como un instrumento para garantizar la coherencia ética de la empresa.
Esa coherencia no distingue horarios ni territorios, porque la credibilidad se construye en la consistencia diaria de las acciones, y no únicamente en el cumplimiento formal de las obligaciones jurídicas.
Una política ética que se aplica únicamente en determinados contextos pierde fuerza y genera vulnerabilidades reputacionales; en cambio, una ética vivida como un principio constante, refuerza la cultura corporativa, y se convierte en un escudo frente a riesgos legales y de imagen.
Además, esta idea conecta con el principio de que la ética no se limita a lo que la ley obliga, sino que va más allá de la legalidad.
El Compliance no busca únicamente prevenir sanciones o garantizar que se cumplen los mínimos legales, sino consolidar una cultura organizativa donde la ética actúe como guía en situaciones donde la ley calla, o resulta insuficiente.
Sin embargo, una empresa comprometida con la ética sin fronteras sabrá que debe establecer políticas responsables, respetar derechos fundamentales y evitar prácticas abusivas, aun en ausencia de una obligación jurídica específica.
ES UN CRITERIO DE ACTUACIÓN PREVENTIVA
De este modo, la ética se erige como un criterio de actuación preventiva que dota de coherencia y legitimidad al Compliance.
Otra razón complementaria, que refuerza esta afirmación es la interconexión global en la que vivimos.
La reputación de una empresa ya no depende exclusivamente de cómo actúa en su país de origen, sino de cómo se comporta en todos los mercados en los que tiene presencia.
Gracias a la rapidez con la que circula la información a través de redes sociales y medios digitales, una práctica poco ética en una filial localizada en un país remoto puede generar un escándalo global en cuestión de horas.
De ahí que la ética sin fronteras se convierta en una exigencia de supervivencia en un mundo interconectado: no basta con cumplir estrictamente la normativa local, sino que se requiere adoptar estándares éticos universales que protejan la imagen de la organización en cualquier latitud.
Asimismo, el cumplimiento de estándares éticos constantes es clave para la coherencia interna de la empresa.
Un grupo multinacional que tolera en ciertas regiones prácticas que prohíbe en otras, transmite una imagen de incoherencia que debilita su cultura corporativa y mina la confianza de sus empleados.
Por el contrario, cuando una empresa aplica las mismas reglas de integridad en todas sus filiales y para todos sus trabajadores, refuerza la percepción de justicia, genera sentido de pertenencia, y proyecta credibilidad hacia sus grupos de interés.
ES UNA ESTRATEGIA DE DIFERENCIACIÓN
La ética sin fronteras, en este sentido, actúa como un pegamento que mantiene unida la identidad de la organización a escala global.
Otro aspecto a considerar es, que la ética sin horario ni fronteras también implica responsabilidad frente a las futuras generaciones.
El Compliance moderno no se centra únicamente en evitar delitos o irregularidades, sino en garantizar la sostenibilidad de la actividad empresarial.
Una organización ética es aquella que considera los efectos sociales y medioambientales de sus decisiones en cualquier parte del mundo y en todo momento, y que asume que su responsabilidad no se limita a cumplir con la ley, sino a contribuir positivamente al entorno en el que opera.
En esta línea, compromisos como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, o los estándares internacionales de derechos humanos se convierten en guías para un Compliance ético que no admite fronteras ni límites temporales.
La ética sin horario ni fronteras se constituye no solo en un deber moral, sino también una estrategia de diferenciación que asegura sostenibilidad y crecimiento a largo plazo.
Por todo ello, cabe afirmar, que desde el ámbito del Compliance, el hecho de indicar, que la ética no tiene horarios ni fronteras equivale a reconocer que la integridad es un compromiso constante, global y preventivo, que trasciende las limitaciones jurídicas y se convierte en el verdadero núcleo de la cultura corporativa.
Es comprender que la ética no se suspende al terminar la jornada ni se adapta a las particularidades regulatorias de cada territorio, sino que constituye un principio absoluto que orienta la actuación empresarial en todo tiempo y lugar.
Adoptar este enfoque, no solo protege a las organizaciones frente a riesgos legales y reputacionales, sino que las legitima ante la sociedad, y les asegura un papel relevante y sostenible en el entramado económico global.
Consecuentemente con ello, desde la óptica del Compliance, hay que afirmar, que la ética no tiene horarios ni fronteras significa reconocer que los principios de integridad, honestidad y responsabilidad deben guiar la actuación empresarial en todo momento y en cualquier lugar, sin limitaciones temporales ni territoriales.
Y ello implica, comprender, que la ética no es un añadido opcional, ni un requisito formal, sino la esencia misma del cumplimiento normativo, y la base sobre la cual se construye la legitimidad, la confianza y la sostenibilidad de las organizaciones en la sociedad global actual.
Este artículo ha sido publicado en Confilegal https://confilegal.com/20250904-opinion-la-suma-ignorancia/
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