La tecnología impacta disruptivamente en la manera de hacer negocios, en nuestra comunicación y en nuestra vida cotidiana.También, está cambiando el trabajo en general.
Hace unos pocos años todavía existía la discusión acerca de trabajar en la nube, que hoy está superada. Porque ya no discutimos dónde trabajaremos sino mas bien “cómo”, o incluso hasta “cuál será” nuestro trabajo en unfuturo no tan lejano.
El perfil del abogado y la manera de prestar servicios jurídicos también está evolucionado, acompañando a los negocios.
El profesional del derecho dejó de ser la persona rígida a la que consultaban sus clientes (internos o externos) en busca de validación de negocios, o para la recomendación de situaciones ideales y teóricas. Tal estilo quedó extinto.
Cada vez es más necesario que el abogado sea un gestor de riesgos, ya que no existe negocios sin ellos. El valor agregado del profesional se centra más bien en su capacidad de acompañar en el proceso de toma de decisiones, con un estilo colaborativo e integrado a los equipos de trabajo, solucionando problemas en lugar de sólo advirtiéndolos.
En esa situación, el conocimiento del derecho se da por sentado, existiendo cada vez menos situaciones en que el aspecto técnico es percibido como un valor diferencial por parte del cliente, ya que el acceso al conocimiento técnico es cada vez más generalizado.
Mucho más relevante que lo técnico legal representa el conocimiento respecto del negocio sobre el que se asesora, y el rol preventivo en lugar de litigante. Es que en la generalidad de los casos, es más conveniente para el cliente prever y evitar conflictos, en lugar de finalmente ganarlos.
Otro aspecto diferencial actual es la colaboración entre los profesionales del derecho, contrariamente a los viejos miedos a compartir conocimientos técnicos a eventuales “competidores”, más característico de otras épocas donde el acceso a la información era más engorrosa, y significaba un diferencial en el servicio.
Además, la tecnología ha dinamizado la relación del abogado con su cliente en gran parte por el avance de las comunicaciones, que posiciona al profesional en una cercanía (física o virtual) gracias a los variados canales de comunicación. También ahora el intercambio de información es prácticamente inmediata, y hasta simultánea.
Todo ello permite la integración del aspecto legal en los procesos de generación de los negocios, y de la actividad diaria del cliente.
Back Office
La estructura de back office del abogado también cambió rotundamente. Las inmensas bibliotecas de antecedentes jurisprudenciales quedaron sólo para la foto. También desde hace tiempo que todo nuevo libro viene acompañado de su versión digital, preferida cada vez por más de nosotros sobre el formato físico (ya que también pueden resaltarse párrafos, añadirse glosas, etc.).
Tampoco es necesario el archivo de la copia física de las presentaciones judiciales, o al menos por muy poco tiempo, evitando las viejas “pajareras” o archivos similares.
Actualmente con un software económico y no muy elaborado puede organizarse bastante bien la gestión interna de los asuntos de un estudio, incluyendo también el registro de gastos y costos generales. Todo ello brinda una agilidad y seguridad de la información a la que ya estamos acostumbrados; aunque no era tan común hace algunos pocos años.
Pero en lo que más aporta valor la tecnología quizás es en el ámbito del análisis de normas y jurisprudencia, y en la gestión y redacción de documentos (tales como contratos, informes y otros entregables).
Tampoco el Estado está exento de estos avances. Ya estamos acostumbrados a lo que hace un par de años era sólo una idea: los expedientes y notificaciones electrónicos, firma digital (con las todavía relativamente escasas aplicaciones) las notificaciones electrónicas. Si bien se avanza más lento de lo que muchos esperamos, es claro que el rumbo está marcado, y la agilidad y transparencia que aporta la informatización de la justicia es esencial.
Impacto disruptivo.
Todo lo anterior puede tratarse de tecnología relativamente básica, común y que ya no representa ninguna diferenciación. Sin embargo los cambios realmente importantes que irrumpen ahora en nuestra escena vienen de la mano de dos cosas: el Big Data y la Inteligencia Artificial (IA).
Tenemos entonces en primer lugar un volumen de datos almacenados (algunos hablan de macro-datos también) como nunca antes, soportes unificados y con acceso simultáneo a todos ellos.
No hablamos aquí de libros digitales, o de informatización de la jurisprudencia, sino de algo mucho más extenso. Tanto que sería de imposible procesamiento por parte de una persona, o incluso equipos de profesionales. Hablamos de millones de registros conformados por sentencias, leyes, resoluciones, reglamentaciones, y antecedentes de todo tipo como composición de los organismos administrativos que aplican tales normas, tendencia política de las mayorías en ciertos organismos, y todas las variables que podamos imaginar.
Sin embargo, lo relevante de todo ello no es la inmensa cantidad de los datos en sí. Sino la información.
Ya pasamos a la siguiente etapa conformada por los datos, pero procesados, seleccionados y ordenados, de manera que permiten sacar conclusiones, o conocimiento.
Como vimos, la capacidad de procesar dichos datos es lo más relevante. Y es allí donde interviene la IA, que no sólo puede procesar inmensa cantidad de datos, sino que lo más relevante y revolucionario es el aprendizaje que los propios softwares pueden realizar. Es que los programas de IA no hacen sólo lo que les enseñaron, sino que aprenden nuevos razonamientos, y nuevas alternativas y técnicas. Y lo hacen a una velocidad exponencial.
Es por ello, que la IA tiene muchísima más capacidad que los humanos para realizar, por ejemplo, predicciones acerca del resultado de litigios. Logra ello a partir de muchísima más información de la que nosotros podemos procesar, sumando también muchísima más capacidad de combinar dicha información.
Un soft de IA podría incluir en su análisis, además de las sentencias previas similares y sus fundamentos, también las licencias de los camaristas que probablemente intervendrán en una apelación, aspiraciones de carrera judicial, el cúmulo de trabajo de los integrantes de un juzgado, antecedentes de los peritos que podrían intervenir, estilo del abogado litigante contrario, testigos involucrados que sean recurrentes, y un larguísimo etcétera.
Todo ello en minutos, sino segundos…
Podemos afirmar que desde hace algunos años existe software con tal capacidad de procesamiento.
En países desarrollados ya se encuentran funcionando, y en Latinoamérica esta en pleno desarrollo y mejora. Incluso ya hay algunos - pocos- estudios jurídicos líderes que en Buenos Aires se encuentran en pleno desarrollo de IA aplicada a la determinación de estrategias judiciales, y la predicción de resultados en tal ámbito.
También hay empresas (no de software) que se encuentran en pleno desarrollo de sus propias estructuras de IA en las más diversas industrias.
La IA se ha utilizado incluso para la predicción de delitos comunes. En efecto, anunció la BBC que en noviembre de 2018, en Italia hubo una alerta de un sistema de IA que advirtió sobre las altísimas probabilidades de que en cierta zona de Mestre, Venecia, en determinado día y horario, una persona con antecedentes penales cometería un robo. En el lugar y momento indicado arrestaron al ladrón in fraganti…
El enorme potencial y alcance de estas tecnologías cuyo límite es difícil de determinar, representan un valor diferencial muy importante para quien cuente con herramientas tan potentes. Pero también sabemos que históricamente toda tecnología tiende a masificarse, volviéndose cada vez más accesible y económica. Por ello, sería una conclusión válida suponer que también estas herramientas que hoy son tan disruptivas, no lo serán en un futuro de mediano plazo.
Así, vemos que la combinación de inmensos volúmenes de datos, procesados por programas y algoritmos cada vez más inteligentes (que aprenden de sus propias experiencias y conclusiones) es un cambio que está comenzando, y nos impactará tanto que algunos ya la identifican como la cuarta revolución industrial.
Pero esa tecnología tan disruptiva no podría masificarse si no contara con una infraestructura capaz de soportar semejante capacidad de procesamiento que brinda el Block Chain. Esa manera de soportar los recursos es un tercer elemento que puede dar rienda suelta a las previsiones más optimistas respecto del desarrollo de todo lo anterior.
Será esa combinación de Big Data, IA y Block Chain la que posiblemente transforme de manera inédita muchas industrias, incluyendo nuestra profesión de abogados.
Estas herramientas hoy mismo ya son capaces de considerar muchísima mas información, y procesarla mejor que cualquier humano, y en segundos. Así, sus decisiones o recomendaciones son claramente mejores, más rápidas (casi instantáneas) y a menor costo relativo.
Aceleración de los cambios
Sobre todo lo comentado, nos falta considerar una variable esencial: estos robots (ya son más que un software complejo) no se limitan a ejecutar únicamente lo que se les enseña, sino que pueden aprender a partir de sus propias experiencias y de pruebas de razonamientos innovadores. Y no solo lo hacen, sino que lo logran cada vez más rápido, impulsando el incremento de su propia inteligencia, de manera exponencial.
Para aclarar el concepto matemático del término “exponencial” recordé la leyenda que cuenta cuál fue el pedido del inventor del ajedrez a su rey, como recompensa por haber creado tal juego. Sólo pidió un grano de trigo por el primer casillero de los sesenta y cuatro que representan el tablero, dos granos por el segundo, cuatro por el tercero y así sucesivamente duplicando cada vez la cantidad de granos del casillero anterior. Según dicen, el rey aceptó de inmediato la propuesta intuyendo que sería poca cosa, aunque luego de consultarlo con sus asesores matemáticos desencadenó el enlace fatal del inventor.
Es que al hacer la comprobación se advierte que recién por la mitad del tablero ya se acumulan decenas de miles de millones de granos, y la aplicación Excel que todos conocemos no puede escribir tantas cifras. Algunos aventurados matemáticos justifican que para cancelar la deuda del rey, harían falta las cosechas de trigo de todo el mundo, con la capacidad de producción actual, durante cientos de años.
Visto así, el avance de la IA incluso podría contribuir a la creación de nuevas infraestructuras para su propio desarrollo, y así avanzar más rápidamente, acelerándose cada vez más su proceso de crecimiento. Por esta razón, el progreso en este ámbito no será lento como el resto de la tecnología hasta ahora (que dependía de la inteligencia humana), sino que la propia tecnología de IA contribuirá a su propio avance. Desconozco cuál es el límite para ello, aunque seguramente nadie podría preverlo con certeza.
Qué nos queda…
Dicen los que saben que por ahora los desarrollos tecnológicos tenderán a reemplazar a los abogados sólo en las tareas de bajo valor agregado, lo repetitivo y mecánico. El abogado no agrega valor en tareas administrativas, o en la revisión de grandes volúmenes de información estandarizada (como puede ocurrir en un due diligence). Eso es un efecto general y no privativo de nuestra profesión, ya que la IA tiende a reemplazar cada vez mas la fuerza humana que realiza tales actividades, aunque irá ampliando sus capacidades a medida que vaya complejizándose.
También, muchos pregonan que en menos de una década mas de la mitad de los trabajo actuales no existirán, y recíprocamente también se crearán nuevos que hoy no se conocen. Y no hay razón para considerar que los abogados quedaremos exentos de este proceso que impacta, al menos en parte, en nuestras tareas.
Se trata de un cambio que está ocurriendo frente a nuestros ojos, y no tenemos ninguna previsión respecto de cuánto cambiará, ni cuán profundo será ese cambio, ni sus tiempos. Pero indudablemente ocurre.
Vemos entonces que lo único claro que nos depara el futuro es la incertidumbre, y en esa situación más que nunca se requiere actuar con prudencia.
Así que no dejemos que la sensación de amenaza impida las oportunidades, aprovechando las posibilidades de trabajar mejor, potenciando nuestro trabajo de valor agregado.
Como en con cualquier otra profesión, estos cambios nos empujan a los abogados a evolucionar, no sólo adaptándonos al cambio, sino generándolo. Así, nuestro desafío será potenciar nuestras capacidades y habilidades personales, combinándolas con herramientas tecnológicas, que continúan su evolución.
También, será primordial desarrollar nuestras habilidades de comunicación, empatía, y todo lo relacionado a las relaciones humanas, que es el aspecto que no será reemplazable por la tecnología, al menos en el mediano plazo.
En ese contexto la incorporación de tecnología a nuestro trabajo no debería responder a una moda, ni se justifica adquirir espasmódicamente módulos de IA sólo por el hecho de que otros lo están haciendo. Sino que debería responder a un plan estratégico, alineado con el negocio y lo que demanda el cliente, considerando también la cultura de nuestra organización, y la relación costo-beneficio.
Asimismo, la tecnología históricamente siempre tuvo la tendencia a “masificarse”, por lo cual lo que hoy puede significar un elemento diferenciador, en algunos años quizás sea un commodity.
Habrá que ver qué tecnología irá marcando el camino, y cuáles quedarán obsoletas en su propia guerra comercial. Quizás no siempre sea lo mejor adquirir lo último en tecnología, sino sólo las innovaciones que sobrevivan en el mercado.
Ya conocemos muchos casosen que se subestimó la prudencia en el uso de la tecnología, tales como proyectos de IA fallidos en emprendimientos de redes sociales, o denuncias de violación de privacidad que habrían generado manipulaciones masivas de informaciónde manera previa a elecciones, o filtración de información que dio origen a escándalos mundiales como los Panamá Papers, y hasta publicaciones de mensajes de chats inadecuadospor parte de algún magistrado.
Por eso podemos concluir válidamente que la incorporación de tecnología debe ser, ante todo, con prudencia. Más aún en nuestro ámbito profesional, en el que usualmente manejamos información confidencial y sensible.
Recordemos que las reacciones humanas básicas ante los cambios han sido siempre las mismas: resistencia al cambio, adaptación al mismo, o directamente su impulso.
Es decisión personal de cada uno de nosotros a cuál grupo queremos pertenecer, ya que el desafío no se trata sólo de intentar adivinar cómo será el cambio, sino más bien de cómo queremos que sea.
Sabemos además, que el cambio que estamos viviendo no será único, sino que la nueva realidad luego mutará nuevamente, en una constante evolución. Por ello una vez más se demuestra vigente el concepto de Heráclito de Éfeso, que hace aproximadamente de 2.500 años sentenció (lo que en una mala traducción significa que) “lo único constante, es el cambio”.
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