Por Adrián Lerer
Nunca voy a olvidar mi primer viaje a las instalaciones (campo e industria) del norte argentino de la empresa en la que hacía poco tiempo había comenzado a trabajar, en medio de la selva subtropical.
El entorno natural impacta con su exuberancia. Como decía un compañero de trabajo, allá los insectos que en la ciudad caminan, allá corren; y todos los que corren aquí, allí vuelan.
Tampoco olvidaré que, sin darme cuenta, olvidé comentarle a un entonces promisorio abogado, hoy gran colega, que empezaba a colaborar conmigo, en ocasión de su primer viaje a “la planta”, que no fuera vestido de traje y corbata; con más de 35º de temperatura, y bajo pleno sol, sé que tampoco él podrá olvidar la experiencia!
El abogado no está preparado, por su formación, para el contacto con el mundo real de la producción. Su percepción es mayoritariamente conceptual; los libros de los que estudia casi no tienen imágenes; son cientas y cientas de hojas de texto ininterrumpido.
El modo de comunicación de nuestra profesión es, en su aspecto litigioso, eminentemente abstracto, tanto escrito como en los cada vez mayores rasgos de tratamiento oral. Las etapas de prueba también son mediatizadas a través de peritos, y los testigos no dejan de ser otros observadores que relatan la realidad.
Pero para poder asesorar bien, y aportar valor a las empresas en las que se desempeña, el abogado debe abandonar su oficina, y generar conocimiento del negocio real, además de estrechar su relación con sus colegas de las operaciones. Debe empaparse de la “jerga” y de los tecnicismos básicos de la operación. Así mejorará su servicio y se ganará el respeto de sus pares operativos.
Por lo tanto, hay que tomar esa posibilidad de aprendizaje con real interés; no hay nada más importante que entender el negocio e indagar de qué modo, desde la posición en la que se encuentra, y en cada asesoramiento o intervención, el abogado contribuye a la continuidad operativa (runability -capacidad de funcionamiento-/availability -disponibilidad-).
De lo contrario:
¿ cómo puede escribir contratos que impacten en las operaciones, y prever los factores clave de cumplimiento, si no sabe si su proceso de producción es por lotes o continuo?
¿ cómo entiende que los contratos de servicio para la parada de planta anual para mantenimiento en un proceso continuo deben ser muy claros con las penalidades por retraso ya que un arranque tardío genera ingentes pérdidas en la producción?
¿ de qué modo puede participar o asesorar en la negociación colectiva / paritaria con los sindicatos intervinientes si no puede diferenciar los distintos puestos de trabajo previstos por el convenio y sus responsabilidades y riesgos?
Los ejemplos de la utilidad de conocer las operaciones pueden ser infinitos. Lo importante es entender, como abogados, que el derecho es, justamente, el modo en que las sociedades encarnan la racionalización de sus problemas para darse orden y solución pacífica de las controversias. Y que sólo conociendo de primera mano la realidad sobre la que hay que operar se podrán obtener resultados positivos y concretos.
Por otro lado, y en cuanto al referido tema de la relación con sus colegas operativos, el abogado debe ganarse su respeto, aún cuando le signifique esfuerzos de entendimiento en cuestiones técnicas, entendiendo todos los aspectos que hacen al sistema productivo de la empresa a la que asesora.
Entonces, mi consejo es tomar el casco, los zapatos de seguridad y emprender el camino del conocimiento por la experiencia propia. El primer agradecido va a ser… usted.
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