Por Adrián Lerer
Una metodología a.p.a (a prueba de nosotros, los abogados).
Comentábamos en la primera parte de esta serie de artículos que el análisis de la forma de hacer negocios parece estar reservado para pocos, y cada uno de nosotros, abogados –aún habiendo en algunos casos pasado por programas de especialización en dirección de empresas- que ejercemos la profesión ya sea en estudios jurídicos, ya sea como abogados internos de empresas, nos organizamos en general según nuestro “leal saber y entender” sin plantearnos usualmente cuál es nuestro “modelo de negocios”.
Comentaba también que el acceso a los trabajos de Alexander Osterwalder & Yves Pigneur “Business Model Generation” (2010), y a su más reciente “Value Proposition Design” (2014), herramientas constituidas por lenguaje visual y mucho diseño, es posible fácilmente entender los componentes que caracterizan a todo modelo de negocios, ya sea de productos, servicios, con o sin fines de lucro, y se puede tratar de modificarlos a fin de adaptarlos a las necesidades que cada mercado demanda.
Y que naturalmente, también pueden utilizarse para estudiar cómo se estructura el negocio de los abogados, y por tanto cómo optimizarlo, ya sea un estudio grande, mediano, chico, ejercicio individual, o ejercicio de la abogacía interna de las empresas.
Y que en razón de haber trabajado y estar trabajando trabajado en el desarrollo de modelos de negocios para distinto tipo de iniciativas, entre ellas varios estudios jurídicos, he podido comprobar que se trata de una herramienta muy interesante para mejorar la gestión de las empresas dando claridad a su rumbo y estrategia.
Quiero recordar aquí que para los autores referidos, un modelo de negocios describe la lógica de cómo una organización crea, entrega, y captura valor. Un modelo de negocios puede describirse por medio de un “lienzo” (cuadro) que cuenta con nueve bloques, según el siguiente esquema:
Los bloques exponen la lógica interna del mecanismo o los mecanismos por medio de los que una empresa intenta ganar dinero. Los nueve bloques cubren las cuatro áreas principales de un negocio: clientes, oferta, infraestructura y viabilidad financiera. El modelo de negocios es el “mapa de ruta” interactivo, dinámico y por ende de la organización, sus procesos y sistemas.
Los estudios jurídicos son una actividad económica que se manifiesta a través de distintos modelos de negocio.
Una profesión liberal como la abogacía, por mucho tiempo ejercida en forma individual (algo que ocurre aún hoy, y que ha generado una interesante corriente de análisis y de estrategia de negocio denominada «solo practitioner», a la que nos referimos en otra oportunidad), y rodeada merecidamente con un halo de destreza intelectual y espíritu artesanal, se ha visto forzada por las circunstancias, sobre todo la aparición de clientes complejos y dinámicos como las empresas, a reconvertirse, a aprender a trabajar en equipo, y consiguientemente, a adoptar también forma empresarias de organización.
Esa primera adaptación al medio, enfocada a lo profesional, ha debido ser complementada por una adaptación de todo el espectro del ejercicio de la abogacía, donde la competencia es muy intensa, a formas de negocio que le permiten mantenerse rentable y en el mercado.
El modelo de negocios de las distintas manifestaciones de los abogados en su ejercicio profesional.
Empezaremos en esta instancia a volcar en la herramienta esbozada previamente los esquemas de modelos de negocio que se conocen englobados en la locución «estudio jurídico», paraguas que alberga a muy distintas formas y escalas de ejercicio profesional, que van del muy extendido y mayoritario numéricamente «solo practitioner» al que me refería párrafos atrás, hasta las estructuras complejas de los «estudios grandes», que pueden albergar cientos de abogados que cuentan con toda una estructura de personal auxiliar (paralegales), y que pueden encontrarse, casi relevados al detalle, en toda metrópolis financiera o de negocios.
Continúa...
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