Estoy dando clases a jóvenes en el máster de acceso de la facultad de derecho de Esade y, como siempre, les digo que para progresar como abogado del siglo XXI tienen que añadir, como parte de su profesión y no como un extra, la parte de gestión. Insisto en que es importante que se formen y complementen sus habilidades en el ámbito del liderazgo, desarrollo de negocio, comunicación y finanzas. Y creo que les doy un buen consejo.
Desconocen el mundo que se van a encontrar en los despachos aunque sí saben que son entornos altamente competitivos. La competitividad, en sí misma, no es mala. Pero esto me ha hecho reflexionar sobre qué tipo de competitividad existe a día de hoy en en los despachos. La verdad es que con los tiempos que corren, llegar a las horas facturables se ha convertido en un reto diario y los socios y abogados reciben una gran presión que, sin duda, revierte en equipos más tensionados.
O sea, que la situación no favorece un ambiente relajado y distendido pero... ¿Hay que ser un tiburón para progresar en las grandes firmas?, ¿cómo es el abogado de éxito?. Me gustaría poder afirmar que los tiburones, entendiendo como tiburón aquella persona de pocos escrúpulos que no duda en comerse a quien sea o la generación (de negocio) de quien sea para poder progresar, no son el perfil de éxito de los despachos. Aún así, y siendo honesta, creo que el perfil de tiburón existe en los despachos y que, si son tiburones facturadores, se hace poco en las firmas para reconducir este perfil. No crean equipo, ni buen ambiente, ni tan siquiera firma. Son extremadamente exigentes con su gente, poco tolerantes, los éxitos son suyos, los errores de otros y sólo existe una manera de hacer las cosas: la suya. Seguro que muchos reconocen estos perfiles y seguro que algunos de éstos han tenido una carrera rápida en sus firmas.
Pero ¿es la abogacía un entorno habitual de tiburones?, ¿más que otros entornos empresariales competitivos? Creo que la abogacía española no lo es tanto como otras, en especial, la americana, pero también es cierto que la crisis ha generado una tolerancia en estos perfiles tan agresivos capaces de cumplir sus objetivos a toda costa, especialmente los de facturación.
No creo que el perfil del tiburón sea bueno a largo plazo, me resisto a pensar que una firma es sólo una cuenta de explotación. Pero si bien es verdad que las épocas de bonanzas permiten mostrar la cara amable a todo el mundo, en las épocas de recesión es donde realmente se demuestra cómo se es. Y aquí topamos de nuevo con los valores y con lo que sí son las firmas de verdad, o por lo menos, lo que yo creo que deberían ser.
La experiencia me ha enseñado que las firmas son las personas que la forman y la actitud y comportamiento de sus socios. Éstos se convierten en modelos para sus asociados y juniors y, con el tiempo, aquellos aspectos que más se valoren y en los que se ponga el énfasis, serán los cimientos sobre los que se construirán los nuevos abogados.
La abogacía es generosa en su concepción como profesión, tiene mucho de oficio, en el que el maestro forma a su aprendiz. Pero ahora no sólo hay que formarlos en aspectos técnicos, si no que va mucho más allá: hay que compartir habilidades, formarlos como gestores y a ser posibles como líderes e influenciadores. La profesión es mucho más compleja y completa y la coyuntura difícil, pero no más difícil que para otros sectores.
Es verdad que la profesión que salga de esta crisis saldrá reforzada, sobre todo en la parte de gestión, pero espero que no salga resentida en otros aspectos como el de los valores. Espero que esas ganas de facturar no nos conviertan a todos en más tiburones y progresar en una firma no tenga sólo que ver con criterios de la cuenta de explotación. Eso no quita que estén ahí, ojo, pero que no sea sólo eso lo que se valore.
Los equipos de alto rendimiento son los que son un equipo de verdad, y eso sólo se consigue en equipos bien avenidos. Los valores son rentables, muy rentables, especialmente a largo plazo y consiguen que las firmas sean algo más que números. Los clientes lo perciben y prefieren integrar a sus abogados externos como parte de su equipo. En definitiva, son organizaciones que se necesitan para conseguir un éxito común y esto, siempre es más fácil cuando las personas comparten algo más que horas facturables.
Por Eugenia Navarro
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