¿Cómo construir una carrera profesional? (*)
Por Jonás Bergstein
Bergstein Abogados

Año tras año, cientos de nuevos profesionales se gradúan de nuestras Facultades de Derecho y se lanzan al mundo laboral. Uno no puede menos que preguntarse en qué condiciones habrán de hacer sus primeras armas, y si disponen de las herramientas que faciliten esa transición. Y sobre todo, si cuentan con la orientación o el apoyo necesarios que mitiguen la incertidumbre -y por qué no: la angustia-  propia de esos primeros años.

 

Uno mira para atrás en retrospectiva, y reflexiona: cuánto tiempo de ensayo y error uno se habría ahorrado de haber sabido -anticipadamente-  ciertas nociones que hoy pudieran parecer casi elementales. ¿Quién de nosotros alguna vez no cayó en la cuenta  -en lo que a su carrera profesional se refiere- de los pasos en falso que podría haberse evitado, de haber recibido el consejo adecuado en el momento y en el lugar oportuno?

 

Estas reflexiones reconocen un doble fundamento: procurar brindar ciertas herramientas a los profesionales (y eventualmente estudiantes avanzados) a la hora de encarar su futuro profesional; y compartir las enseñanzas que uno va cosechando a través de la experiencia. No se trata de colocarnos desde un Olimpo ni mucho menos, pero sí de procurar hacer partícipes a los más jóvenes de la experiencia propia y ajena en lo que al inicio de la vida profesional se refiere.

 

Al igual que la vida misma, la carrera profesional no es 100% programable ni se presta a un plan matemáticamente perfecto: puedo tener una idea, puedo tener un plan, pero a fin de cuentas la vida siempre va a ser mucho más rica e imprevisible, y habremos de enfrentar un sinnúmero de adversidades que no controlamos, lisa y llanamente porque nadie es amo absoluto de su destino. Con todo, creo que eso no quita la conveniencia de trazarse ciertos objetivos y aplicar sus esfuerzos en tal o cual dirección, más allá de lo que a la postre resulten las circunstancias y la suerte final de cada uno.  Razón ésta que explica estas líneas.

 

No aspiramos a agotar el tema ni mucho menos. Sí a brindar un marco de referencia que acaso pueda enriquecerse también con la experiencia y el aporte de otros colegas.

 

I. La actitud de carrera

 

¿Cómo se construye una carrera profesional? La propia pregunta encierra una visión del tema: pues implica hacer de la actividad profesional algo más que un medio de vida. Conlleva una proyección de futuro, una visión de crecimiento profesional, la voluntad de ir de menos a más. Como decía mi Padre -cuyas enseñanzas son el sustento de estas líneas-, “en la vida hay que seguir alguien”.        

 

II.  Las grandes ramas

 

Hay muchas maneras para ejercer la abogacía. Un hombre de negocios, ¿ejerce la profesión? Si ejercer la profesión es prestar un asesoramiento y cobrar un honorario, la respuesta seguramente sea negativa.

 

En cambio, si por ejercer la profesión entendemos haber asimilado una forma de pensar, una mecánica mental para aplicarla a la hora de analizar una situación de vida, cualquiera que fuera, la respuesta es afirmativa. Hay abogados que actúan en el mundo de los negocios: con seguridad, muchos de ellos, si bien ciertamente no ejercen la profesión en el sentido clásico de la expresión, a la hora de aportar su opinión, lo hacen desde la perspectiva del abogado: razonan como abogados. Desde nuestro punto de vista, la mecánica mental propia del abogado, lo que hace del abogado una especia diversa en lo que a la manera de pensar se refiere, es precisamente la calificación: la subsunción de una situación de hecho en el marco de una o más normas.  Quizás sea éste el lugar donde debamos recordar que la abogacía es la profesión que más se reitera entre los presidentes de nuestro país: ha habido presidentes médicos, arquitectos y militares -entre otros-; pero son los abogados quienes ocupan el primer sitial.

 

Con ese punto de partida, estamos en condiciones de pasar revista a las alternativas que la profesión nos abre. Vaya por delante que hoy nuestra profesión ofrece, desde nuestro punto de vista, un abanico de oportunidades mayor al de épocas anteriores. Haciendo a un lado los tiempos de recesión, con la globalización y la digitalización de la economía, y con un mayor número de habitantes en el plantea, creemos que las posibilidades de inserción profesional -no obstante el número creciente de colegas que se suman al foro- son actualmente mayores que 20 o 30 años atrás.

 

Dentro de la abogacía tradicional, podemos actuar como jueces, fiscales, defensores de oficio; podemos ser académicos, full-time o part-time; podemos integrarnos al departamento legal de una administración pública; podemos desempeñarnos como asesores internos en compañías privadas; y por fin, podemos desempeñarnos en el ejercicio liberal de la profesión, ya a título individual, ya con otros colegas o socios, ya sea integrándonos a una organización pre-existente o bien formando una nueva organización from scratch. Es de ésta última categoría –el ejercicio liberal de la profesión en la órbita pública- de la cual nos habremos de ocupar en este espacio. 

 

Con todo, muchas de las consideraciones aplicables a esta última categoría resultan extensibles a otras. De la misma manera, las categorías reseñadas no son necesariamente excluyentes: muchas veces pueden sucederse unas a otras -puedo comenzar en el ejercicio liberal para luego integrarme a la judicatura, por ejemplo-; y además es factible también que me desempeñe a tiempo parcial en unas y otras de manera coetánea (ejemplo: puedo ejercer la profesión libremente y al mismo tiempo desempeñarme en la docencia).

 

III. ¿Por dónde empezar?

 

¿Por dónde se empieza? Pensar, pensar y pensar. Y soñar.

 

Como decía Lincoln Maiztegui, no hay manera de conseguir algo si no es proponiéndoselo. Y para proponérmelo, ante todo tengo que pensar.

 

El hombre muchas veces le teme a la soledad del pensamiento. El abogado también. Mario Vargas Llosa decía que a la hora de escribir sus primeros trabajos, las ideas no fluían; ante lo cual, lejos de amilanarse, solía pasar horas y horas ante la hoja en blanco, a veces días enteros, hasta tanto afloraran los primeros pensamientos. 

 

Muchas veces tenemos cierta tendencia natural a actuar de manera inmediata. Sin embargo, antes de lanzarnos a la vida profesional, seguramente sea ése el momento ideal para pensar y proyectar nuestra mente en el tiempo, para formularnos las grandes preguntas: ¿qué queremos ser, qué queremos hacer, cómo quién quisiéramos llegar a ser, qué tipo de vida quisiera tener, dónde quisiéramos vivir?

 

Con los años, los espacios para pensar se van acotando, aparecen las responsabilidades. Hoy Uds. son bastante libres y tienen menos responsabilidades; con el tiempo, seguramente serán bastante menos libres y bastante más responsabilidades.

 

IV. Cuándo empieza la carrera?

 

En Facultad. ¿Por qué? ¿Todos los buenos alumnos son después buenos profesionales? No. Pero ciertamente los malos alumnos lleguen a ser buenos profesionales. Porque la formación sistemática que adquirimos en Facultad, va a ser muy difícil adquirirla más adelante, fuera de ésta.

 

Por lo demás, hoy las calificaciones importan más que en otros tiempos: hoy vivimos obsesionados con ellas. Hay que encontrar un punto medio: estudien para saber, para aprender a pensar; las notas deben ser una consecuencia. (Así como existe la obsesión de las calificaciones, existe la obsesión del currículum vitae: no sean esclavos del CV: también éste debiera ser mucho más una consecuencia de, que un objetivo en sí mismo).

 

A la hora de contratar un joven estudiante como procurador, las calificaciones serán uno de los pocos elementos de que potencial empleador podrá seleccionar un candidato.

 

Además, la reputación o el aura que uno se gana en Facultad, seguramente les haya de acompañar por largos años, incluso luego de décadas de alejados de aquélla. Cuanto más pequeño sea tu país, más tiempo me llevará liberarme de la reputación construida. De modo que eres un buen estudiante, con seguridad vas a tener un pequeño motorsito que te va a acompañar durante años.

 

Hay estudiantes que sólo piensan en graduarse cuanto antes. Nosotros en Facultad a los chiquilines siempre les decíamos (y esto es quizás lo más importante que pueda decir a los estudiantes): calma, no se apresuren.  No se apuren a  recibirse: para estar desocupados siempre hay tiempo.  Apresúrense sí para insertarse en un lugar de trabajo que les dé una buena formación.  Una vez graduados, las posibilidades de inserción laboral son sensiblemente menores que las que tenían cuando mientras era estudiante.

 

En la abogacía, la distancia entre la teoría y la práctica es muy grande. Es imperativo planificar una transición ordenada, de los estudios a la vida profesional. Muchas veces luego de la graduación, luego de un largo e intenso período de estudios, viene la angustia: la desolación del vacío. Tener todo el tiempo del mundo y no poder pensar en nada. Hay que evitarlo como se pueda.

 

V.  La formación: una necesidad

 

Creemos necesario cobrar conciencia de la necesidad de formarse, cualquiera sea la opción. 

 

Especialmente porque entre nosotros no existe el sistema del “stage” obligatorio, que a nosotros siempre nos pareció superior: la práctica obligatoria previa.

 

Más allá de eso, la formación debe ser constante: hasta el último día seguimos aprendiendo. Couture ya lo decía en el primero de sus mandamientos. “Estudia, el Derecho se transforma día a día; si no sigues sus pasos serás, cada vez más, un poco menos abogado”.  

 

Complementando las enseñanzas del Maestro de Todos, al decir de Tarigo, sepan que la formación no se adquiere solamente estudiando. Trabajando, observando, conociendo gente, hablando, viajando, tomando cursos, participando de charlas informativas. 

 

En síntesis: todo cuanto podamos decir sobre la necesidad de formarnos, sería poco. 

 

VI.  Principales preguntas sobre la formación

 

Ya hemos hablado de la actitud, la necesidad de tomar conciencia acerca de la necesidad de formarse. 

 

La formación se orientará en función de los intereses e inclinaciones de cada uno. Si me voy a orientar hacia el Derecho de Familia, poco sentido tiene que fortalezca en mi formación en Impuestos. 

 

Hay una relación directamente proporcional entre la formación que uno va adquiriendo, y el perfil de oportunidades que a uno se le van presentando: cuanto más rica sea nuestra formación, mayores serán las opciones que se nos van a abrir. 

 

¿Qué requiere?

 

Ya hemos hablado del estudio, que ciertamente es indispensable y es también una asignatura permanente.

 

La formación requiere de varios ingredientes. Quizás el primero de ellos sea la humildad. Si ya lo sé todo, si no me asumo virgen y dispuesto a absorber formación e información como una esponja, si no le doy a mis mayores el beneficio de que bien pueden estar en lo cierto en los temas que discutimos, difícilmente el proceso formativo pueda llevar a buen puerto. Si nadie me puede decir nada porque me ofendo, si no estoy dispuesto a recibir una buena reprimenda, va a ser muy difícil.  Muchas veces nos toca ver personas que creen ya saberlo todo: esas personas juegan con un gran hándicap en su contra. 

 

Hábitos de conducta. Quizás esto sea lo fundamental. Háganse hábitos de conducta ni bien se hayan graduado: los hábitos que se hagan en esos primeros años de ejercicio, son los que les habrán de acompañar siempre. Y los que no se hagan, es probable que tampoco se logren asimilar más adelante. Nos referimos especialmente a dos, y en el siguiente orden: ejercicio y cuidado de la salud en primer lugar; y el estudio en segundo lugar. Cuiden la salud: se los dice alguien a quien muy tempranamente el cuerpo le pasó señales. Tenía 27 años. Cómo serían las cosas que fui al médico, el médico me mandó a hacerme un examen, pero tuve que volver al consultorio: creí que no llegaba al lugar del examen.

 

Y en cuanto al estudio: fórmense el hábito de estudiar un tiempo -30 minutos, 45 minutos- todos los días: aprendan a estudiar algo más fuera de lo que las exigencias que el quehacer diario nos impone. La lectura diaria del Diario Oficial es obligatoria. Martins recomendaba llevar la Constitución en el bolsillo, para leerla regularmente.

 

Un mentor. En el Uruguay tuve por lo menos cuatro: mi Padre, Gamarra, el Dr. Gorfinkiel, y el Dr. Elías Bluth que había sido abogado jefe para IBM América Latina.

 

¿Dónde formarme? Debo escoger el lugar de mi formación en función de dos aspectos centrales: un mínimo de credenciales, en términos tales que cuando en el día de mañana presente mi CV, no tenga necesidad de explicar qué es ese lugar; y en segundo lugar, y más allá de la reputación, procuren que se trate de un lugar que me dé formación. De poco me sirve un lugar que es ampliamente conocido, pero que la formación que aporta es pobre. 

 

¿Cómo sé que lugares brindan formación? Difícil saberlo: si me preguntan, para mí la pregunta es una: ¿quién es la persona que te va a formar? ¿Quién va a ser tu mentor? ¿Quién va a ser la persona que estará dispuesta a dedicarte tiempo?

 

¿Es necesario un segundo título, un diploma de Máster? Cada vez más. Uno siente que los Máster han proliferado, y que la gente cada vez más acude a ellos. Las otras personas que van a postular a las mismas posiciones profesionales a las cuales yo habré de postular, seguramente ya tengan ese segundo título.

 

¿Es necesaria una experiencia en el exterior, académica y/o profesional? Necesaria o indispensable quizás no, pero altamente conveniente, sin lugar a dudas. Por varias razones. Hay una tendencia, una suerte de moda, y la experiencia nos enseña que en general es más constructivo participar de las modas, que boicotearlas. Las nuevas generaciones cada vez vienen con más y más credenciales. Segundo, los demás que postulen a los lugares de trabajo, seguramente van a tener esa credencial. Tercero, vivimos en un mundo cada vez más globalizado. Cuarto, me ayudará a consolidar un segundo idioma. Y quinto, me abre puertas, tanto el título propiamente dicho, como la experiencia y muy especialmente la gente que voy a conocer. No hay que alimentar el mito de la universidad extranjera: créanme que estudié en una universidad extranjera de cierto renombre, pero aun así no me la creo. Conozco gente muy talentosa que no estudió en ningún lado e hizo una estupenda carrera; y otra muy poco talentosa que sí estudió afuera y sin embargo no dio todo lo que de ellos se esperaba. Dicho eso, si tienen acceso a esa experiencia, definitivamente la sugerencia es que la tomen. 

 

Y si puedo estudiar afuera y además de trabajar, tanto mejor. Es lo que le llaman el segundo LLM. Normalmente se estudia primero, se hace el llamado LLM, y luego se trabaja, aunque bien se puede hacer al revés.

 

Las experiencias en el exterior tienen, como todo, sus desventajas: les van a alejar de la realidad uruguaya, les van a desactualizar y les va a restar seguridad. Pero el balance creo que les da más que positivo (Y además tanto la actualización como la seguridad, se han de recuperar con el tiempo).

 

Segundo Idioma. ¿Es necesario? Ciertamente la falta de idioma nos habrá de topear. Va a haber determinado tipo de cliente o de trabajo a los cuales les será muy difícil acceder. Ejemplo clásico: las compañías de Alemania: tienden a contratar, única y exclusivamente, abogados que hablen alemán.

 

Especialización. Si en nuestra época ya era necesaria, cuanto más al día de hoy. El Derecho no sólo se transforma día a día como decía Couture, sino que también se ensancha, crece, surgen nuevas áreas hasta ahora inexistentes. Piensen por ejemplo en Data Protection, Compliance, o Life Sciences. Se expiden normas todos los días, que se suman a las pre-existentes, porque no todas son derogadas. De ahí la necesidad de especializarse.

 

Pero hay más.  Quien profundiza un área y la domina, seguramente comprenderá mejor todo el resto del Derecho. Más todavía: más allá del área de especialización, identifiquen un tema concreto en el cual nadie sepa más que Uds., un tema a cuyo respecto Uds tengan la más absoluta certeza que en ése tema nadie sabe más que Uds.. Al dominar ese tema, se van a dar cuenta que aprendieron muchas otras cosas. Y además, esa reputación los va a acompañar siempre: “en ése tema, Fulano”.

 

Habilidades. Sin ánimo de agotar la lista, pensamos principalmente en tres habilidades, a las que llamaremos “las tres P”:

 

Public speaking.

 

Public writing.

 

Public relations.

 

En tiempos de mi Padre, no recuerdo que jamás hiciera una presentación pública, más allá de las clases que dictara como Profesor de Derecho Penal. Hoy eso es inconcebible: el abogado tiene que dirigirse a un público, sea de profesionales, de hombres de negocios, de legisladores. 

 

Y tiene que saber escribir. Si de manera un tanto improvisada preguntara a Uds. quiénes son los abogados más reconocidos de nuestro medio, ¿a quién mencionarían?  Si a mí me lo preguntaran, con seguridad los primeros nombres que vendrían a mi cabeza serían los de aquellos profesionales que escriben y publican. 

 

Por fin, la empatía con la gente. No decimos vivir para eso, pero sí reivindicamos un mínimo de aptitud para relacionarnos con el otro. Es muy humana esa reacción de ver a una persona o un grupo de personas, y tratar de alejarnos. Traten de vencer esa natural resistencia para aproximarnos a las demás personas. Se los dice un solitario.  

 

 

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(*) Con algunas variantes, el texto reproduce la presentación que bajo el mismo título realizara el autor en el Colegio de Abogados del Uruguay el 28 de Noviembre de 2022.

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