En medio del rescate financiero anunciado por el gobierno británico, el nerviosismo  ha aumentado, luego de que se acrecentara el temor de una nacionalización total de los principales bancos británicos. El gobierno británico ya posee el 70% del Royal Bank of Scotland Group PLC y el 43% del Lloyds Banking Group PLC, lo cual le otorga un poder de control significativo sobre dichas instituciones. Los bancos en cuestión se encuentran atravesando una situación precaria, deben conseguir una nueva inversión para poder apuntalar su capital, teniendo que acudir al gobierno para conseguir tales fondos, lo que los coloca en una situación por demás incómoda, con la obligación de  tranquilizar a sus acreedores y depositantes por un lado, y librando una batalla para impedir que el rescate anunciado por el gobierno se transforme en una nacionalización total. Desde el gobierno de Gordon Brown, manifestaron que la nacionalización no solucionaría el problema de que los bancos no estén prestando, conservando la esperanza de que el plan de rescate financiero presentado surta efectos. A pesar de tales afirmaciones, varios inversionistas consideran que la nacionalización de los bancos resulta un hecho consumado, aunque aún no se haya producido una corrida de depósitos o un éxodo de acreedores a gran escala, los cuales serían dos factores relevantes que llevarían a la nacionalización. Un gran interrogante se posiciona sobre el sistema financiero británico, debiendo afrontar tanto los bancos como el gobierno una situación por demás compleja, los primeros porque necesitan conseguir compradores para toda clase de activos, mientras que la administración actual busca evitar las consecuencias de destinar importantes fondos de los contribuyentes al rescate de los bancos.