Con el transcurso de los años se produjo un cambio de paradigma en cuanto al rol que ocupa el abogado interno dentro de la compañía, toda vez que el abogado dejó de ser consultado únicamente cuando la empresa tenía un problema o al momento en que se suscitaba un conflicto, y pasó a ser un directivo más, que participa como otros en la dinámica de dirección empresarial, tomando un rol más protagónico en lo que respecta a la faz preventiva, poniendo foco en el análisis de potenciales riesgos del plan de negocios de la compañía o en la toma de decisiones a la hora de concretar una operación.
Actualmente, el abogado interno debe procurar ser proactivo, interrelacionarse con todas las áreas funcionales de la empresa, participar en la estrategia global y en la toma de decisiones.
Para ello ha de conocer a fondo el plan de negocios, su estrategia, dominar técnicas de gestión y ser a su vez capaz de comunicarse de forma efectiva y eficiente y manejar indicadores que pongan de manifiesto el valor y el aporte que su labor genera dentro de la empresa. Todo ello sin olvidar su principal cometido: liderar la gestión y el manejo de riesgos de forma eficiente.
Si bien el trabajo de los profesionales independientes permite una profundidad de análisis e investigación que no siempre es factible dentro de la dinámica interna de la empresa, el trabajo en esta última permite comprender de primera mano el negocio y la actividad del funcionamiento de la firma, la incorporación de herramientas de gestión, el aprendizaje del trabajo en equipo con profesionales de distintas especialidades y adquirir la capacidad de respuesta inmediata.
Además, los abogados internos toman relevancia en muchos casos en el cumplimiento del Código de ética y conducta de la compañía, y cumplimiento normativo y regulatorio aplicable a fin de garantizar que tanto la empresa, sus directivos, empleados y toda persona que se vincula de alguna manera con la compañía, cumpla con las políticas y procedimientos internos.
El abogado de empresa modelar y promover excelente comunicación y conectividad con su cliente, procurar un involucramiento temprano en los temas, desarrollar y mantener un compromiso de aprendizaje constante y soporte, sin perder de vista las expectativas y objetivos de la compañía.
A tenor de lo anterior, su papel está basado en la creación del valor legal en la dirección estratégica de la compañía, mitigando riesgos e incorporando el análisis legal dentro del proceso de toma de decisiones.
El profesional debe tener una clara vocación de servicio, velar por el cumplimiento de las normas internas de la empresa, evitar las prácticas antiéticas y riesgos innecesarios que puedan tener impacto económico o reputacional, siendo por tanto vital que exista una relación por demás simbiótica.
Tener un cliente exclusivo, le genera al abogado interno la responsabilidad y la necesidad de involucrarse de forma minuciosa en cuestiones que muchas veces exceden el plano netamente jurídico, obligándolo a desarrollar otras competencias además de las profesionales para generar buenas relaciones interpersonales.
Actualmente, prima a la hora de contratar un profesional dentro de una organización, la capacidad de crear interrelaciones, que se fusionen junto a otras habilidades, tales como iniciativa, flexibilidad y apertura a ocupar un nuevo cargo, o simplemente adaptarse a los cambios que se van dando en una compañía.
Entre alguna de las competencias personales más destacadas podemos encontrar al liderazgo, trabajo en equipo, habilidades de comunicación, orientación a resultados y orientación al cliente.
El desarrollo de estas competencias así como la adaptabilidad al cambio constante, y la búsqueda de la excelencia tanto profesional como personal es lo que le da el valor agregado al abogado que decide desarrollar su profesión dentro de una organización.
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