El Estrés Laboral en el Abogado

Parecería a primera vista que la actividad del abogado no es "estresante". Al ser uno presentado en sociedad como el especialista en derecho que atiende los problemas del Otro mediante la palabra escrita u oral, la "batalla" que mantiene el profesional sería sólo en el campo de la "retórica" y por lo tanto las secuelas del combate no serían para el abogado físicas, ni psíquicas.

 

Todo quedaría en que se logró algo, con lo "hablado" en post de un defensa, o no obstante el esfuerzo "intelectual" que hizo el letrado, esta vez la "justicia" no estuvo del lado del cliente que asistió. El abogado solamente empeño en su lucha: "saliva" o "escritos".  Pero esto está alejado de la realidad que suelen "leer" los profanos. La abogacía es de por si una "profesión estresante", porque el  trabajo que se dedica al  conflicto humano, devenido en jurídico, atiende al sufrimiento del cliente que viene lesionado en su ser por la injusticia del Otro. Si definimos al "estrés malo"  o "distrés" que es lo que comúnmente de entiende como estrés, según el Dr. López Rosetti es: aquella situación en las cuales las demandas externas (sociales) o las demandas externas (psicológicas) superan nuestra  capacidad de respuesta. Se provoca así una alarma orgánica que actúa sobre los sistemas nervioso, cardiovascular, endocrino e inmunológico, produciendo un desequilibrio psicofísico y la consiguiente aparición de la enfermedad. A partir de lo expuesto, salta a la vista que la actividad del abogado es propicia para "estresarse", entre otras cosas porque las demandas sociales profesionales, son requerimientos de seres en conflicto y que pretenden de uno la solución lo más rápida posible, para el restablecimiento del derecho que les ha producido una lesión jurídica, que se vive como amputación humana desde los psíquico. El cliente del abogado, no es el de una tienda que está pidiendo un producto que en la compra ya podría estar sintiendo placer. El cliente del abogado es alguien que está "tironeando" un producto que el Otro (la contraparte) pretende como suya, y uno entra así a un campo de "fricción", nada pacífico, altamente estresante, más de lo que nos imaginamos.

 

El trabajo en al abogacía es como toda actividad laboral parte esencial de nuestro ser. El trabajo nos constituye como personas. Nos identifica. Es de nuestras vidas a lo que más tiempo le dedicamos. Piense lectora que si uno toma una jornada laboral de ocho horas, que se estira a más tiempo si uno cuenta todo lo que le insume, el prepararse - sobre todo usted que le dedica tiempo-, el ir a trabajar y volver a su casa, le está dedicando a la actividad de abogado más de dos mil horas anuales. Así el ejercicio profesional pasaría a ser lo más importante para uno, no sólo por el tiempo que insume sino porque es la concreción de las aspiraciones económicas, y porque que el trabajo es realización personal, es gran parte de la búsqueda de la felicidad de uno.

 

Pero si las miles de horas anuales que el abogado dedica a su "realización profesional" son horas relacionadas con el conflicto humano, el trabajo del abogado puede ser causa de satisfacción, pero siempre va a tener un alto nivel estresante, de lo cual uno debería estar advertido; porque cuando las demandas profesionales superan nuestra capacidad de respuesta en forma sostenida el estrés se hace crónico y aparecerán así afecciones cardiovasculares, digestivas, a nivel respiratorio, disfunciones en nuestro sistema inmunológico, alteraciones sexuales, tensión muscular permanente, etc.

 

También el estrés del abogado va a encontrar otros estresores (esto es cualquier circunstancia que sea evaluada por nuestra mente desde lo racional y emocional, como una amenaza), a los originados en la naturaleza del pleito. Fuente de estrés, también suele ser la organización y el manejo del tiempo, en la actividad laboral. Sobre todo porque la profesión está atada a procesos judiciales que tienen plazos de tipo fulminante, que si uno no respeta puede hacerles perder derechos a su cliente y quedar envuelto en un problema por mala praxis. La agenda del abogado es de difícil organización, sobre todo cuando se trabaja individualmente.

 

Se ahonda la posibilidad del estrés para el abogado, porque su campo de acción profesional es muy competitivo. A veces la competencia es real, sobre todo por la gran cantidad de abogados que egresan de las Facultades.  Pero el tema es que resulta difícil "captar clientes" y establecer un equilibrio óptimo en la relación costo-beneficio, sobre todo en época de crisis económica.  Esto obliga al abogado a optimizar sus cualidades. La capacitación legal continua es un requisito indispensable para avanzar en la profesión y poder estar al día. Todo es a su vez más  esfuerzo , es más estrés.

 

Y por último sumamos como estresor - hay muchos más- en la actividad del abogado, a la calidad del ambiente laboral, que no es necesariamente su despacho, sino al ambiente de los tribunales o de los juzgados. Estos suelen ser estructuras poco cómodas, tanto para el empleado de tribunales como para el abogado que concurre para llevar sus juicios. Las esperas para las audiencias, la búsqueda del expediente perdido, la aspereza con que nos suele tratar el dependiente del juzgado, la ansiedad de los colegas por ser atendidos, la incomprensión de lo que resuelven los jueces, la tensión de la relación del abogado con el cliente, porque éste dijo algo en la audiencia que no había contado antes a su profesional, etc.,  tienen un costo individual muy alto para el abogado, que a veces no sabe encausar y se pone en movimiento incesantemente la cadena del estrés que se compone con la percepciones y pensamientos (cuando uno se estresa no percibe equilibradamente ), conductas y hábitos (aparece la apariencia de preocupado, hábitos nervioso, muestras de desinterés, reacciones agresivas, aumento de susceptibilidad, etc.), síntomas físicos y psicológicos (dolor de cabeza, de músculos, en el estómago, etc. Y nerviosismo, preocupación, miedo, culpa, etc.)  y enfermedad (aquí ya se llegó a una patología, tales como: hipertensión arterial, aterosclerosis, angina de pecho, etc.).

 

En síntesis colegas, la profesión del abogado no es ajena al estrés. Por más que digan que nuestro rol se reduce a hablar y escribir. Al contrario la profesión es altamente estresante. Hay que tomar conciencia de ello, y prepararse para saber manejar apropiadamente los recursos antiestrés. Es poco probable que podamos cambiar las cosas que nos estresan, pero es posible que modifiquemos nuestra reacción frente a ellas y así mejorar nuestro bien estar o estar bien profesional y humano en general. La calidad de vida en el ejercicio profesional esta, principalmente, en sus manos abogada o abogado amigos. Yo intentaré ayudarlos con algunos consejos desde este blog. Hasta  la próxima.

 

Por Santiago Sinópoli
Fuente: Legaltoday.com

 

 

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