Dialogo social y trabajo
Por Horacio Bueno
Subsecretario de trabajo de la Ciudad de Buenos Aires

Dialogar puede resultar difícil. Desde muy temprana edad, la mayoría de las personas desarrollamos la capacidad del habla, pero cada vez es menos frecuente que se cultive con el mismo ímpetu la habilidad de escuchar al otro. Dialogar implica ambas competencias: hablar y escuchar.

 

El mundo laboral hoy enfrenta enormes desafíos:

 

  • Hay una proliferación de microempresas o emprendedores que contratan personal, sujetos a los mismos convenios que una multinacional.
  • Existen autónomos que dependen económicamente de terceros y también personas inempleables.
  • La negociación colectiva se centra solo en la actualización salarial, sin poner sobre la mesa de discusión la totalidad del convenio.
  • Se mantiene el concepto de ultraactividad, que es la prórroga automática de un convenio que ya no está vigente hasta que se negocie uno nuevo. El resultado: lo que se da, se da para siempre; y lo que se quita, también.
  • Aunque hay mejoras en la productividad gracias a la inversión en tecnología, capacitación de recursos humanos y optimización de procesos empresariales, esto no siempre impacta en la generación de empleo de calidad.

En todos estos casos, los actores sociales —es decir, trabajadores y empleadores— siguen estando en el centro de la escena. Sin embargo, ante la falta de acuerdos que respondan a las necesidades actuales, muchas veces se señala la obsolescencia de los convenios colectivos de trabajo o de la legislación laboral, como si fueran la causa de todos los problemas.

 

Seamos claros: las leyes laborales no crean ni eliminan empleo, ni hacen quebrar o surgir empresas. Eso lo decide la economía. El empresario contrata cuando lo necesita. Y, más allá de pensar en el costo de los mecanismos de salida de los empleados, debemos discutir también el costo laboral de mantenerlos en actividad.

 

Es cierto que las leyes laborales merecen una actualización, pero también es verdad que la ley que regula las convenciones colectivas de trabajo, con las modificaciones que se han ido introduciendo a lo largo de los años, sigue teniendo plena vigencia. Esa ley, la 14.250, nos brinda una herramienta invaluable: la posibilidad de que los actores sociales se sienten a negociar, a ofrecer condiciones más beneficiosas que las establecidas por la ley o a buscar soluciones a problemas coyunturales.

 

Nos proporciona el marco para que empleadores, grupos de empleadores o cámaras empresariales, junto con sindicatos con personería gremial, puedan llegar a acuerdos. Nos invita a sentarnos en una misma mesa, muchas veces con la presencia de la autoridad de aplicación, para dialogar sobre una realidad que solo quienes trabajan y producen día a día conocen.

 

Insisto: las herramientas están, y los obstáculos no son insalvables. La negociación colectiva es válida y necesaria, tanto en tiempos de bonanza como en épocas de crisis.

 

Hay que perder el miedo a abrir la cabeza y a revisar los libros contables para animarnos a encontrar puntos de equilibrio: cómo generar más inversión, más ganancias y más crecimiento, tanto para las empresas como para sus empleados. Y eso, a su vez, redundará en la creación de empleo.

 

Aquí no hay enemigos. No puede haber una disociación entre capital y trabajo. Desde la Subsecretaría de trabajo de la Ciudad, nuestra vocación es brindar el marco y los espacios necesarios para que esas dos caras indisolubles del mundo laboral puedan dialogar y, sobre todo, escucharse mutuamente.

 

 

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