Por Federico Silva Ortiz
Silva Ortiz Abogados – Madrid (*)
El 15 de diciembre de 2015, tres días después de la toma de posesión del nuevo gobierno, el flamante Ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, compareció en la Sala de Prensa de la Casa Rosada para anunciar la declaración de la emergencia eléctrica del país y anunciar cortes de luz. Las palabras utilizadas por el Ministro Aranguren, referidas a la situación energética del país fueron: “Hoy estamos al borde del colapso”.
Tanto la declaración de emergencia eléctrica del país como la solemnidad y tono empleado por el Ministro, vinieron a graficar y a sincerar también, una situación conocida y que se ha visto agravada de forma dramática en los últimos años. Y es que, razones aparte, la Argentina ha pasado del autoabastecimiento y exportación del excedente, a la importación de energía por valores superiores a los 15.000 millones de dólares anuales.
La cifra es tan grande que conviene pensarla de forma pausada, mientras se imagina todo lo que podría hacerse a nivel país con todo ese dinero.
Los problemas que motivan la declaración de la emergencia eléctrica son diversos y de diferente solución; no obstante resulta fácil identificar los que a priori se presenta como los más evidentes y que se encuentran en los dos extremos de la cadena; esto es la generación y el consumo eléctrico.
Por un lado y como resulta evidente, la necesidad de importación de energía viene determinada por la incapacidad de generación eléctrica suficiente para cubrir la demanda de la población; y por otro lado, la subvención generalizada e indiscriminada de la electricidad y el consecuente uso irresponsable de la misma por parte de la población (como consecuencia de los precios irrisorios de la misma) no solamente agravaron la situación sino que ambas, conjuntamente, son unas de las causas principales que la avocaron al colapso.
Ante éste escenario, las energías renovables se presentan hoy como una opción real y necesaria; no solamente a fin de diversificar la matriz de generación eléctrica sino además porque hoy son económicamente rentables, eficientes, inagotables, medioambientalmente positivas y “prácticamente inmediatas”. Casi nada.
Y es que en un país con un potencial renovable tan incontestable como el de la República Argentina, muy especialmente en energía eólica, parece ciertamente absurdo que apenas el 1% de lo que consumimos se genere por fuentes renovables.
Es interesante mencionar a éste respecto la experiencia de nuestro vecino Uruguay, que ha pasado en los últimos años de ser un importador de energía, a exportarla y a convertirse en 2016, en el país del mundo con mayor porcentaje de energía eólica en su oferta energética.
La Ley 27.191 promulgada el 15 de octubre de 2015, pendiente de reglamentación, y que modifica la ley 26.190 de Régimen de Fomento Nacional para el Uso de Fuentes Renovables de Energía destinada a la Producción de Energía Eléctrica, sin dudas va en la dirección correcta al establecer unos objetivos de generación por medios renovables progresivos, y que determinan que al 31 de diciembre de 2017 el 8% del consumo nacional provenga de fuentes renovables y que al año 2025 el porcentaje sea del 20%, estableciendo para ello una serie de incentivos y también penalidades por incumplimiento.
Existe una gran expectación por parte de operadores y fabricantes locales e internacionales por la próxima e inminente publicación del Reglamento de la Ley 27.191 y el sector espera un fuerte auge en inversión y desarrollo de la generación eléctrica renovable en el país.
No obstante ello, el nuevo marco que se establezca deberá también lidiar con algunos fantasmas de nuestro pasado reciente y que aún provocan recelos entre inversores y agentes extranjeros (corralito financiero, cepo cambiario, restricciones a importaciones etc.) así como con las incertidumbres generadas por el polémico artículo 765 del nuevo Código Civil que permite cancelar en pesos argentinos obligaciones adquiridas en moneda extranjera.
El primero de los problema del sistema eléctrico, la generación, está ahí pero también lo están nuestros recursos naturales para paliarlo y contribuir a resolverlo. Es tiempo de que comencemos a aprovechar nuestros recursos, todos ellos, pero en lo que a generación eléctrica se refiere, parece que ha llegado el tiempo de que atrapemos un poco de viento, sol y agua para que nos paguen las facturas.
(*) Asociado a Silva Ortiz, Alfonso, Pavic & Louge - Abogados
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