La Crisis Global: Efectos en los Ámbitos Plurilaterales

Por Daniel Alberto Andrade

 

1.- A más de 10 años de la Ronda de Doha.

Hace un poco de más de 10 años, las naciones más poderosas reunidas en Doha, encabezadas por Estados Unidos, advertían sobre la importancia de gestionar un compromiso a favor del libre comercio. A los países más renuentes a aceptar el inicio de una nueva ronda, como las naciones en desarrollo, se les convenció de las bondades de una decisión de este tipo, de manera que los países desarrollados les torcieron el brazo a partir de la promesa de que la citada nueva ronda, sería una ronda para el desarrollo. Así, en diciembre de 2001, inició la llamada ronda para el desarrollo de la OMC.

Como antecedente inmediato se recuerda a la ronda de Uruguay, lanzada en 1986 y que culminó en 1995. En su momento, fue la ronda más larga, aunque se efectuó en el seno del Acuerdo General sobre aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). Uno de los acuerdos más importantes emanados de la Ronda de Uruguay, fue la creación de un organismo internacional en materia  que se abocará a los aspectos más diversos de los intercambios entre las naciones.

En 1995, los miembros del GATT acordaban crear la OMC, amén de que sancionaron diversos acuerdos, en el entendimiento de que algunos de ellos requerirían negociaciones adicionales en una próxima ronda.

Como es conocido, la Ronda de Doha ha sufrido alti-bajos –más bajos que alti- de manera que pese a las reuniones ministeriales convocadas en Cancún (2003) y Hong Kong (2005), más otros encuentros efectuados en Ginebra (2004, 2006, 2008), París (2005) y Postdam (2007), no se ha logrado generar acuerdos de consenso.  Parte del problema estriba en que la OMC se integra hoy por 155 países y que la manera en que se toman las decisiones no es como en el Fondo Monetario Internacional (FMI) ni el Banco Mundial (BM), donde existe una suerte de junta de accionistas y quienes poseen más votos –en función de la cuota que aportan-  son quienes prácticamente deciden la suerte de esas instituciones. En la OMC, al igual que en su momento en el GATT, las decisiones se toman por consenso, lo que supone un grave problema, toda vez que basta con que un socio, no necesariamente sea potencia comercial, esté en descuerdo, para frustrar las negociaciones en curso.

La otra dificultad, es la complejidad de las negociaciones, las cuales incluyen temas “institucionales”, como los subsidios al comercio en productos agrícolas, adicionados con temas “nuevos” como los derechos de propiedad intelectual, las inversiones, servicios, etcétera.

A grandes rasgos, los países en desarrollo favorecen un enfoque en los temas “tradicionales”, en tanto que las grandes potencias privilegian los temas “nuevos”.

Sin embargo, el suceso que más ha frustrado la posibilidad de llegar a la feliz conclusión de la ronda de Doha, es la crisis financiera internacional. En épocas de crisis – y ahí está como muestra, lo ocurrido en los tiempos de la gran depresión- los países se tornan proteccionistas y crean inclusive nuevas barreras al comercio.

Si a lo anterior se suma, por ejemplo, el marasmo en que se encuentra la Unión Europea, la que, según el ex presidente de Francia, Nicholas Sarkozy ya opera a dos velocidades, se tiene que uno de los protagonistas de la Ronda de Doha, simple y llanamente está en “otra frecuencia”, agobiado por prioridades distintas.

Estados Unidos es el otro responsable de que las cosas marchen tan mal en la Ronda de Doha, debido a que muchas de sus decisiones y políticas tienen impactos sistémicos. Como se recordará, tras los ataques terroristas del 11 de Septiembre de 2001, las autoridades dispusieron una serie de medidas de corte proteccionista, como la decisión de otorgar cuantiosos subsidios al sector agrícola, esgrimiendo razones de “seguridad nacional”, más la puesta en marcha de la llamada ley bioterrorista, la que dispuso un mecanismo de “certificación” de las instalaciones de alimentos de países que exportan a Estados Unidos, como requisito para posibilitar su acceso al mercado del vecino país del norte.

No es menos importante la negativa del Congreso de Estados Unidos a otorgar al Presidente Barak Obama la autoridad de promoción comercial (TPA), también conocida como fast track, mediante la cual el titular del ejecutivo podría llevar a cabo las negociaciones en el seno los organismos internacionales y con otros países, misma que, una vez gestionadas serian sometidas al Congreso estadounidense para su aprobación o rechazo sin modificaciones.

La TPA ha sido un atributo prácticamente de cada Presidente de Estados Unidos desde 1974, con el objetivo de hacer expeditas las negociaciones comerciales efectuadas por Washington. La TPA más reciente expiró en 2007, durante la presidencia de George W. Bush, quien gracias a ella pudo negociar el Tratado del Libre comercio entre Estados Unidos, América Central y la Republica Dominicana (CAFTA-DR). También durante la presidencia de Bush se negociaron los tratados de comercio con Corea del Sur, Colombia y Panamá.

Empero, al explicar la vigencia de la TPA, la ratificación de estos acuerdos por parte del legislativo estadounidense, queda en el limbo. Más grave es saber que la TPA también es necesaria para que los Estados Unidos pueda negociar en el seno de la OMC, y sobre todo, para que ratifique los acuerdos a que se llegaría en el seno de la Ronda de Doha. Así, al no tener el presidente Obama la TPA en sus manos, no tiene ninguna urgencia para apurar las negociaciones de la OMC. Además, cuando el Senado de Estados Unidos decidió no aprobar la TPA para el Presidente Obama el pasado 20 de Septiembre de 2011, prácticamente quedó anulada la posibilidad de que Washington efectúe negociaciones comerciales en seno de la OMC y con otros países.

Estados Unidos además, encara el dilema de renovar su sistema generalizado de preferencias (SGP) y la llamada asistencia comercial de ajuste. La primera, creada en el seno de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre comercio y Desarrollo (UNCTAD), constituye un programa de preferencias no reciprocas  que los países desarrollados otorgan a los países en desarrollo. Cada país desarrollado decide qué producto incluirá en las lista de su SGP.

En cualquier caso y pese a las gestiones efectuadas desde 2009 por Luiz Inazio Lula Da Silva y el Director General de la OMC, el francés Pascal Lamy, para destrabar la Ronda de Doha, parece que el tema está en un punto muerto. A principios de 2011, el Primer Ministro británico Davis Cameron convocó a las naciones del mundo a poner su mejor esfuerzo para concluir las negociaciones de la Ronda de Doha de una vez por todas. Afirmaba que era ridículo que hubiera transcurrido 10 años sin ningún acuerdo. La canciller germana Angela Merkel coincidió con esta petición, aunque a decir verdad, la situación se ha tornado muy compleja para la propia Unión Europea y parece que ninguno de esos dos líderes se acuerde de la OMC, al menos mientras las cosas sigan tal mal en la eurozona.

Por lo tanto el escenario de la OMC parece complejo. Es evidente de su incapacidad para convocar a las naciones del mundo en la búsqueda de un acuerdo que ponga fin satisfactorio a la ronda de Doha, es igualmente visible que no hay voluntad política de parte de las principales potencias comerciales para impulsar una solución a este impasse.

2.- Las Medidas proteccionistas-

Mientras en Francia el proteccionismo vuelve a la escena en los discursos de la campaña presidencial, el aumento de las barreras aduaneras a partir de la crisis financiera desatada en 2008 inquieta a la Organización Mundial del Comercio (OMC) desde su última conferencia interministerial. Por su parte, la organización privada suiza Global Trade Alert (GTA) –que registra todas las medidas comerciales en el mundo-  advirtió, en su informe fechado en Noviembre 2011, que desde mediados del año pasado se toman tres medidas proteccionistas por cada medida de liberación y que las tensiones comerciales alcanzaron a su nivel más alto desde el “pico” de 2009.- (conf. Le Monde- 20.03.2012)

Asimismo, la crisis financiera global proporciona un pretexto precioso para invocar medida proteccionista. Algo tendrá que ocurrir para que cambie esta situación, y de los problemas  citados el más factible de solución parecería la crisis económica, la que, al desaparecer, podría generar otro ambiente y animo entre los negociadores de los países que pertenecen a la OMC.

El G- 20 a la cabeza. En los años transcurridos desde que se desató la crisis internacional y el G-20 hizo su primera cumbre en Washington, se implementaron en el mundo 1027 medidas proteccionistas. De ellas, 781 correspondientes a países del G-20, según el informe de Global Trade Alert, que cuenta con el auspicio del Banco Mundial.

La OMC, trata de evitar una repetición de la Gran Depresión de los años 30, que provocó una peligrosa contracción del comercio mundial como consecuencia de las barreras aduaneras que disolvieron los lazos económicos.

Argentina, Campeona. En los últimos 12 meses, la Argentina encabeza la lista de países que más medidas proteccionistas adoptaron, seguida de Rusia, Bielorrusia, China y Kasajstán, según las informaciones de GTA.

Si se amplía la perspectiva a los últimos cuatro años, Rusia es clara primera con 160 medidas, la Argentina 125, China 76, India 72 y Reino Unido 60.-

Criticadas por los otros países del Mercosur (Paraguay, Brasil y Uruguay) – que representan el 25% de las exportaciones y el 31% de las importaciones argentinas-, estas medidas se inscriben, sin embargo en un movimiento iniciado a fines de 2011 por la propia alianza sudamericana, que en diciembre decidió aumentar temporariamente sus impuestos a la importación de los productos provenientes del exterior del bloque. Por su parte, Brasil – que sume 81 medidas proteccionistas  - aumento su gravamen sobre los vehículos importados, principalmente de los que vienen de países fuera del Mercosur.

Litigiosidad.- Si bien el proteccionismo retoma su vigor con la crisis, los diferendos  comerciales, por su parte, disminuyeron desde 2008, a diferencia de anteriores períodos de desaceleración económica. Lamy indicó a fines de febrero que la cantidad de investigaciones de casos de dumping era de 153 en 2011, una caída importante respecto de los 213 casos de 2008.-

3.- La crisis europea.

La reunión de los jefes de Estado del G-20, celebrada en Los Cabos (California), exhibió en toda su dimensión el gran viraje experimentado en el sistema de poder mundial desde la crisis financiera internacional de septiembre de 2008, que fue la primera de este tipo en la era de la globalización.

En este nuevo escenario, Estados Unidos dejó de ser el eje de un sistema unipolar, posición dominante que ejerció desde la disolución de la Unión Soviética en diciembre de 1991. Comparte ahora esa responsabilidad con un reducido lote de países emergentes, encabezado por China, seguida por India y Brasil.

En esta formidable transformación histórica en la geografía económica del planeta, un cambio estructural llegó para quedarse, la gran perdedora es Europa, que abandona un sitial de privilegio que ocupó durante cinco siglos.

Los números son elocuentes. No hay una crisis económica mundial. Lo que hay, básicamente, es una crisis económica europea que, en todo caso, amenaza con propagarse y exige la adopción de medidas preventivas. La economía mundial como tal no se encuentra en recesión.

Todas las estimaciones consignan que el producto bruto mundial aumentará este año algo menos del 3%, una cifra baja pero no demasiado preocupante.

En 2012, Estados Unidos crecerá aproximadamente el 2%. Mientras, los países emergentes lo harán en promedio mayor. En cambio, la economía europea será la única con una tasa de crecimiento negativa. Pero si bien la Unión Europea es una región internacionalmente relevante, su producto bruto solo constituye el 20% del producto bruto mundial.

El cambio en el poder

La decisión más importante surgida de la reunión de los mandatarios del G-20 convalidó la creación, en el ámbito del Fondo Monetario Internacional, de un fondo especial de 456.000 millones de dólares.

Este fondo tiene dos características particulares. La primera constituye un hecho históricamente inédito: el mundo emergente (antes llamado periférico o subdesarrollado) aportó el 30% de esa cifra monumental. Dentro de ese porcentaje, China comprometió 46.000 millones de dólares y Brasil, India, Rusia y México contribuyeron con 10.000 millones de dólares cada uno y otros países emergentes hicieron lo suyo, como Corea del Sur, con 15.000 millones de dólares; Turquía, con 5.000 millones de dólares; y Colombia, con 1.500 millones de dólares. Argentina no participó de la operación.

La segunda característica es que ese fondo especial, jamás reunido en otras circunstancias de crisis, tiene como único objetivo el rescate de las economías europeas. Atrás quedaron los tiempos en que el FMI, con fondos aportados por los países altamente desarrollados, tenía que prestar dinero a las naciones periféricas, en Asia, África o América Latina, sacudidas por crisis recurrentes en sus balanzas de pagos. Ahora ocurre al revés: naciones latinoamericanas como Brasil y México colaboran para evitar el estrangulamiento de las expotencias coloniales.

La contrapartida de este mayor protagonismo del mundo emergente es el hecho de que la integración del aporte comprometido por el quinteto del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) está supeditado a la implementación de un acuerdo de reforma en la estructura de la conducción del FMI, que implica un aumento del 6% en el porcentaje de las acciones del organismo en poder de los BRICS y en la designación de otros dos representantes del bloque en el directorio de la institución.

Dicho acuerdo de reestructuración del FMI, aprobado en 2010, aún está pendiente de ratificación, pero los tiempos apremian. “Creemos que hay una atraso por parte del Fondo Monetario y algunos países europeos en la concreción del acuerdo”, advirtió el ministro de Economía brasileño, Guido Mantega.

En otras palabras, y a la inversa de que ocurrió tradicionalmente, los países emergentes pretenden ejercer una auditoría de las economías de los países europeos beneficiarios de la ayuda financiera, para controlar si sus gobiernos cumplen con los condicionamientos que acompañan su otorgamiento.

Todo esto no ocurrió de un día para otro. Cuando en 1973 se creó el G-7, integrado por Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y Canadá, esas siete economías, que eran entonces las más grandes del mundo, acumulaban el 70% del producto bruto mundial. Hoy reúnen apenas el 30%.

El mayor retroceso relativo se registró precisamente en Europa. En 1980, los países de la Unión Europea representaban el 31% del producto bruto global. En la actualidad, esa participación se redujo al 20%. En el mismo período, Estados Unidos disminuyó del 25 al 19%.

En los últimos treinta años, Estados Unidos multiplicó su producto bruto interno por 5,4%, España por 5,2%, Gran Bretaña por 4,8%, Alemania y Francia por 4,1% e Italia por 3,6%. En idéntico lapso, la India multiplicó su producto bruto por 16% y China por 45%, una tasa de expansión que no tiene antecedentes en la historia universal.

El producto bruto chino es un 30% inferior al de Estados Unidos, pero se sabe que habrá de superarlo en la presente década. En 1980, el PBI estadounidense era once veces mayor al chino. Es cierto que el ingreso por habitante en China es todavía seis veces inferior al norteamericano, pero hay que recordar que hace tres décadas esas diferencias era de cincuenta a uno.

Una nueva plataforma

Cuando en junio de 1997 estalló la crisis financiera del sudeste asiático, que al año siguiente se propagó a Rusia y en enero de 1999 impactó en Brasil, forzando la devaluación del real, para después golpear duramente a la Argentina, los países del G-7 resolvieron impulsar la constitución del G-20 como un órgano deliberativo para abrir la participación de las principales naciones emergentes en toma de las decisiones necesarias para afrontar la emergencia.

Una vez superado aquel desafío, el G-20 ingresó en una larga etapa de letargo hasta resucitar tras la crisis de 2008, cuya dimensión hizo comprender a los países desarrollados que el G-7 había pasado definitivamente a la historia y que resultaba imprescindible construir una nueva plataforma de gobernabilidad global que asociara a los países emergentes, que en la actualidad representan más de la mitad del producto bruto mundial.

Desde entonces, a pesar de las imperfecciones propias de un mecanismo de coordinación que está obligado a manejarse por consenso, el G-20 ganó relevancia, hasta el punto en que hoy, a la hora de discutir los grandes problemas económicos mundiales, a nadie se le ocurriría recurrir a las Naciones Unidas.

El encuentro de California volvió a demostrar que también dentro de este foro las cosas cambiaron: en las fotos que inmortalizan estos cónclaves semestrales de los jefes de Estado, los dos lugares centrales son ocupados por el presidente estadounidense, Barack Obama, y su colega chino, Ju Jintao.

La elocuencia del protocolo revela que, dentro y tal vez por encima de la estructura del G-20, funciona en los hechos un G-2 integrado por las dos grandes economías mundiales.

4.- La Cumbre del G-20.

Los ministros de Finanzas del G-20 han apoyado las decisiones tomadas para mantener la estabilidad financiera de la región en la cumbre de líderes de la Eurozona reunidos recientemente en Bruselas, según ha informado un comunicado divulgado por la presidencia del G-20 en manos de México.

La Cumbre de la Eurozona estableció la posibilidad de que los fondos europeos de emergencia puedan estabilizar a los bancos de países de esa región, sin que el Gobierno respectivo tenga que asumir la deuda.

En la reunión, la canciller alemana, Angela Merkel, ha señalado que sólo la Comisión Europea (CE) y el Banco Central Europeo (BCE) serán las instituciones implicadas en la solución de los problemas financieros, y ha añadido que el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) también podrían garantizar parte de la deuda soberana.

El comunicado de los ministros ha considerado que estas medidas de política económica «acordadas en la Cumbre de la Eurozona constituyen pasos significativos en esta dirección y demuestran que Europa está cumpliendo con sus compromisos».

5.- Corazón alemán.

Al borde del abismo, el corazón de Europa vuelve a latir. El corazón es alemán. La guerra, afortunadamente por otros medios, que está viviendo Europa desde hace dos largos años, puede ser detenida. Sus protagonistas recapacitan y calibran que es mucho lo que el continente puede perder: su relevancia para jugar un papel importante en el nuevo orden geopolítico que se dibuja aceleradamente.

Lo que está en juego no puede ser resuelto únicamente por la política monetaria del Banco Central Europeo, Merkel está menos sola de lo que parece, sobre todo está bien arropada internamente. Según la encuesta Pew Global Attitudes de mayo, la canciller es el líder europeo más respetado en Europa, excepto en Grecia; el 80% de los alemanes cree que su gestión de la economía es buena y el país se sitúa como uno de lo más preeuropeos de la Unión: un 65% estima que la pertenencia a la UE  es buena para Alemania. En las últimas horas, la canciller ha aliviado presión de la caldera pidiendo una unión fiscal, bancaria y consecuentemente política. Su dibujo es una Europa a dos velocidades, con una pequeña zona euro.

El pelotón de los periféricos, en la segunda. Estos dos años de in tirando han mostrado que el corazón, el núcleo celular de la Europa más rápida, es prácticamente solo Alemania, acompañada quizás por algún nórdico. Descolgadas Holanda, Bélgica y Austria y, casi también la Francia de Hollande, con unas cuentas cuesta arriba y que comienza a adoptar decisiones sociales que pueden encarecerle la factura, estamos ante la Alemania europea que deseamos evitar. Al consultor financiero Greg Weldon esta situación de hecho le sugiere una idea no tan descabellada: para alcanzar un nuevo reequilibrio lo mejor sería que Alemania volviera al marco y el resto continuáramos en un euro que se devaluaría convenientemente. Para salvar el euro y el proyecto de una Europa unida, “sus dos Estados más poderosos deben sacrificar sus más preciados activos Alemania su dinero y Francia su soberanía” según el Suddeutsche Zeitung.  ( conf. -FRANCISCO G. BASTERRA- El Pais – 09.06.2012).

6.- El “consenso del Atlántico”

La imperturbable distancia que tomaron las administraciones de los presidentes Bush y Obama respecto de cada una de las alternativas que se forjaron para sacar del pozo la Ronda Doha de la OMC dejó en claro que en la Oficina Oval nadie se entusiasma por discutir soluciones comerciales a nivel planetario. Sus mejores esfuerzos siempre se volcaron, por decantación a buscar un fuerte “Consenso del Atlántico” entre los Estados Unidos y la Unión Europea. O a involucrarse en acuerdos de “nueva generación”, como los de Comercio, Inversiones, Tecnología y Propiedad Intelectual del perfil que hoy se discuten, con variado entusiasmo, en la región Asia-Pacífico (APEC). También a incursionar, ahora con crecientes reservas y cautela, en el mundo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

Se trata de la Declaración titulada “Acuerdo sobre Principios Compartidos en materia de Inversión Internacional” que acaban de adoptar, el pasado 10 de abril, el comisario de Comercio por parte de la Unión Europea (UE), Karel de Cucht, y el asistente del presidente Obama, Michael Froman, por el lado de los Estados Unidos. Es una especie de test o prueba referencial para determinar la cultura de convivencia que desea implantar la clase dirigente de las naciones candidatas a recibir capitales.

La Declaración identifica siete principios o requisitos básicos para evaluar la convivencia o inconveniencia de efectuar inversiones en apoyo de los procesos de reconversión política que hoy encaran ciertas naciones del Medio Oriente y África en el entendido de que el mismo enfoque podría convertirse en un nuevo modelo de aplicación global como antaño lo fueron, justamente, los hoy archivados principios del “Consenso de Washington”.  

Estos principios son entre otros, los siguientes:
1) Creación de un marco nacional o regional abierto y no discriminatorio de inversión entre otros: con ello se busca un compromiso real de apertura del mercado , la imposición de un número restringido y conocido de limitaciones o excepciones a ese acceso y la aplicación de reglas aptas para garantizar que todos los capitales, sean locales o extranjeros, reciban la misma clase de trato nacional.
2) Reglas de juego aptas para generar un ambiente donde el Estado y el sector privado se guíen por el principio de cooperación recíproca y “neutralidad competitiva” (OECD).
3) Fuertes protección a las inversiones y los inversores. El gobierno anfitrión debería garantizar seguridad jurídica, no discriminación ni arbitrariedades y derechos modernos de gestión como el amplio y complejo paquete de reglas que hoy están asociadas al desarrollo de la propiedad intelectual.
4) Existencia de un Mecanismo Internacional de Solución de Diferencias justo, neutral y vinculante (binding). Sus disposiciones deberían incluir un mecanismo de arbitraje entre el inversor privado y el Estado anfitrión.

El anuncio aclara que los principios identificados como esenciales no tiene por qué menoscabar la autoridad de los países receptores de inversión en todo lo concerniente a regular sus particulares objetivos de interés público, ni incitar a que sus gobiernos se vean tentados  a licuar esos objetivos con la excusa de atraer capitales. (Conf. JORGE RIABIO-  IECO- 13.05.2012)

7.- Conclusiones.

Después del desarrollo de los comentarios anteriores, resulta más que difícil desentrañar el núcleo de la problemática por la que atraviesan las negociaciones multilaterales y especialmente en lo relacionado con el tema de nuestra competencia especifica, cual es el Acuerdo General de Comercio de Servicios que involucra el ejercicio de la profesión fuera de las fronteras nacionales.

Sin pretender ser reticente y no compartiendo  algunas de las posturas que existen sobre la cuestión relacionada con la liberación absoluta del servicio a prestar en los  estados miembros en el marco de la OMC, del que participan además los mismos integrantes  que conforman el bloque del MERCOSUR, aguardo ansioso el desarrollo de las negociaciones y el destrabe de las mismas para continuar con la tarea de lograr extender la competencia abogadil a otros ámbitos.

No obstante, hay que ser cautelosos puesto que la gran y difícil problemática por la que atraviesan las naciones integradas en acuerdos plurilaterales, en muchos casos no solo resulta ser económica o financiera, sino tiene otros condimentos que tienen más que ver con cuestiones socio políticas o institucionales; obedecen además en otros supuestos, a recelos hacia el extranjero que puede prestar el mismo o mejor servicio en su propio terruño.

A manera de anécdota, y viendo que las potencias económicas  - países pregoneros de la creación de la O.M.C. - tienden a volcarse hacia un proteccionismo en el intercambio comercial, evidencia un nuevo paradigma consistente en la necesidad de cuidar el mercado interno como táctica de supervivencia en la desacelerada economía de la aldea global.   Este nuevo escenario crea las condiciones necesarias para que el pensamiento de Zigmunt Bauman en la obra “Tiempos Líquidos”  sea más contemporáneo que nunca. Existe cada vez más desconfianza y miedo entre los gobiernos de las economías más poderosas del planeta. E.E.U.U no puede quedarse tranquilo mientras el gobierno Chino sigue ostentando la mayor cantidad de Bonos del Tesoro en sus manos, y la reciente cumbre del MERCOSUR mostro que lo único positivo de aquella reunión fue la hora de comer, el menú encargado al Chef argentino Francis Mallman.

Por último y desde ya que atendiendo al estado general  de la crisis, negociaciones , actualidad y dinámica de las relaciones entre países, la cuestión parecería que no será resuelta en lo inmediato, ni de manera definitiva, por lo que nos espera un largo camino hacia el objetivo final.

Lo importante en esta etapa es evitar la frustración por no encontrar el resultado de manera inmediata, y persistir en el intento unificando todos los esfuerzos desde todos los aspectos, tales como el académico, integracional, institucional y demás para evitar el dispendio de posturas y criterios, sosteniendo claridad hacia la meta. Es lo único que creo nos llevará a buen puerto.

 

Director Comisión OMC

 

 

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