Hay propósitos que no se escriben en ninguna libreta, pero pesan todo el año.
Este artículo va de esos.
De los que, si los cumplís, te cuidan un poco más como abogado y bastante más como persona.
No son grandes declaraciones ni promesas épicas. Son decisiones pequeñas, sostenidas en el tiempo, que separan a los estudios que avanzan de los que sobreviven con dignidad… pero agotados.
Porque talento no te falta.
Quizás lo que sobra es inercia.
Estos son los propósitos que te propongo para 2026:
1. Entender de verdad el negocio del cliente
No solo el asunto que trae hoy, sino el contexto en el que se mueve.
Qué le preocupa cuando se sienta con el directorio.
Dónde gana plata.
Dónde la pierde sin darse cuenta.
El cliente no sólo necesita asesoramiento legal brillante. Necesita ayuda para tomar mejores decisiones.
En 2026, menos traducción literal del Derecho y más conversaciones que sirvan para algo un lunes a la mañana.
2. Dejar de refugiarse en la complejidad
La complejidad existe, claro. Esto es Derecho.
Pero también existe la tentación de usarla como escudo para no tomar posición.
El profesional aporta valor cuando asume responsabilidad, no cuando enumera escenarios y se retira con elegancia.
En 2026, menos “depende” y más “esto es lo que recomiendo y por qué”.
3. Elegir mejor a los clientes
No por soberbia sino por salud.
Porque hay clientes que pagan, pero desgastan.
Y asuntos que facturan, pero van vaciando al equipo de a poco.
Los estudios que perduran no aceptan todo lo que entra. Diseñan su cartera.
Elegir no es excluir.
Es cuidar lo que querés construir.
4. No confundir actividad con valor
Estar ocupadísimo no siempre significa ser útil.
La agenda llena da una tranquilidad momentánea, pero no garantiza impacto.
El cliente entiende el valor cuando entiende el resultado. Y ahí todavía tenemos margen para mejorar.
En 2026, menos orgullo por las horas trabajadas y más atención al efecto real de nuestro trabajo.
5. Construir sistemas y dejar de ser imprescindible
Ese orgullo tan nuestro de “si no estoy yo, esto no sale”.
Suena comprometido. En la práctica, agota.
Cuando todo depende de personas concretas, el negocio se vuelve vulnerable.
En 2026, menos heroicidades silenciosas y más procesos que cuiden a quienes los sostienen.
6. Liderar personas, no solo expedientes
Porque dirigir asuntos no es lo mismo que dirigir equipos.
El liderazgo no va de carisma ni de cargo. Va de coherencia, de ejemplo y de decisiones pequeñas repetidas todos los días.
En 2026, menos supuestos y más conversaciones reales con la gente que hace posible el estudio.
7. Gestionar el estudio como una empresa
Una empresa especial, sí.
Llena de talento, criterio propio y urgencias de último momento.
Pero empresa al fin.
Con números claros.
Con prioridades definidas.
Con decisiones que no se postergan eternamente porque “ahora no es el momento”.
Gestionar bien no deshumaniza. Al contrario. Es una forma bastante honesta de cuidar a las personas.
8. Trabajar la reputación antes de necesitarla
No cuando la facturación aprieta. Antes, cuando todavía no hay urgencia.
Estar presente sin hacer ruido innecesario.
Opinar con criterio.
Explicar bien lo complejo sin convertirlo en un show.
No hablar para que te vean, sino porque tenés algo para aportar.
No por exhibicionismo, sino por responsabilidad profesional.
La reputación no aparece cuando hace falta.
Se construye despacio, cuando no hay apuro… y justamente por eso funciona cuando lo hay.
9. Hablar en serio de sucesión
Sin chistes nerviosos. Sin cambiar de tema ante la primera incomodidad.
No preparar el relevo no es prudencia.
Es estirar decisiones importantes esperando que el tiempo las resuelva solo.
El legado no es cuánto facturaste ni cuántos clientes siguen pidiendo hablar con vos.
Es si dejaste un estudio capaz de funcionar, decidir y crecer sin necesitarte en cada rincón.
Pocas cosas dicen tanto de un socio como saber dar un paso al costado a tiempo.
10. Cambiar antes de que te cambien por otro
Este es el más difícil.
El mundo cambió. Y no poco.
La irrupción de la IA aceleró decisiones, expectativas y comparaciones que antes tardaban años en hacerse visibles.
Aceptar que lo que funcionó hasta ahora puede no servir mañana no es una traición. Es lucidez.
La mayoría de los estudios no cambia cuando quiere, sino cuando ya no puede seguir igual.
Cuando el mercado va más rápido.
Cuando el cliente espera otra cosa.
Cuando el golpe ya está encima.
En 2026, ojalá cambiemos antes.
No por miedo a la tecnología, sino por respeto al oficio.
No por urgencia, sino por criterio.
Porque cambiar a tiempo, en esta etapa, no es rendirse.
Es llegar lúcido.
No son propósitos grandilocuentes.
Son propósitos razonables para una profesión exigente.
Y ahora la pregunta para vos:
¿cuál de estos propósitos sabés que necesitás… y te vas a poner ya mismo a realizar?
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