Cada vez que los abogados redactamos algo, desde una publicación en LinkedIn, un artículo, un correo a un cliente hasta una propuesta de servicios, buscamos comunicar un mensaje.
Es muy común que los abogados escribamos pensando en colegas, en otros profesionales del derecho o en quienes manejan el mismo lenguaje técnico que nosotros. Pero la mayoría de quienes leen nuestros contenidos no pertenecen al ámbito jurídico. Son clientes actuales o potenciales, emprendedores, empresarios, periodistas, estudiantes, profesionales de otras áreas o personas que simplemente necesitan comprender cómo los temas legales pueden impactar en su vida o en su negocio.
Explicar derecho sin hablar difícil
Existe una diferencia importante entre escribir desde la lógica jurídica y escribir para quien necesita entender un tema jurídico. Cuando escribimos desde nuestra formación, solemos recurrir a tecnicismos, citas normativas y estructuras complejas. Esto puede generar distancia y confusión, incluso aunque el contenido sea correcto.
En cambio, cuando escribimos pensando en la persona que nos va a leer, logramos claridad. Un cliente quiere saber qué implica una regulación en concreto, qué riesgos tiene, qué alternativas existen y cómo lo que le explicamos influye en su decisión. No necesita una clase de derecho; necesita comprensión y orientación.
Aplicación en publicaciones y propuestas
Esto se vuelve especialmente importante en dos espacios claves de la práctica profesional:
En publicaciones:
Muchas veces un abogado publica pensando en su reputación técnica. Sin embargo, la mayoría de las interacciones provienen de personas que buscan explicaciones claras. Un contenido bien orientado no solo atrae más lectores, sino que posiciona mejor la especialidad del autor: demuestra capacidad de traducir lo complejo en comprensible.
En propuestas a clientes:
Una propuesta jurídica no debería ser un documento cargado de términos difíciles. Debería ser una respuesta concreta a un problema del cliente. Cuando una propuesta describe de forma simple qué se ofrece, cómo se trabajará y qué valor aporta, aumenta significativamente la probabilidad de generar confianza.
Preguntas que ayudan a orientar la escritura
Antes de escribir, es útil preguntarse:
- ¿Quién puede estar interesado en este contenido?
- ¿Qué problema real tiene esa persona y de qué manera puedo ayudarla?
Estas preguntas permiten ajustar el tono, el nivel de detalle y el tipo de información. Transforman un texto jurídico tradicional en una herramienta de comunicación clara.
El valor de escribir pensando en el otro
Escribir como abogado no significa renunciar a la precisión técnica, sino integrarla con claridad. La calidad profesional se demuestra tanto en el contenido como en la capacidad de hacerlo accesible. Al escribir para quien nos lee, no solo transmitimos información, sino que también construimos confianza.
La próxima vez que escribas, pensá en tu lector
Antes de publicar, enviar o presentar cualquier texto, conviene preguntarse si la persona que lo reciba entenderá lo que queremos transmitir y si estamos usando un lenguaje que le resulte útil.
Ese pequeño esfuerzo convierte un texto jurídico común en un mensaje estratégico que comunica, conecta y agrega verdadero valor.
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