El poder invisible del abogado moderno: las habilidades humanas como nuevo valor diferencial (*)
Por Jorge Cappellini
Cappellini & Asociados

Durante años, la formación jurídica ha girado en torno al conocimiento técnico: interpretar y aplicar leyes, redactar contratos, diseñar estrategias procesales, lograr acuerdos, resolver conflictos.

 

Sin embargo, el ejercicio de la abogacía contemporánea exige algo más. En un entorno donde la tecnología automatiza tareas y la inteligencia artificial redacta documentos, las habilidades humanas -aquellas que conectan, inspiran y colaboran- se han convertido en un verdadero diferenciador de los profesionales del derecho.

 

¿Por qué?  Si los clientes y los equipos son personas, darle valor al lado humano no es opcional: es esencial.

 

¿Qué son las habilidades humanas?

 

Más conocidas como “soft skills” o “habilidades blandas”, las habilidades humanas son la manera en cómo hacemos lo que hacemos. No se trata de conocimientos técnicos, sino de la forma en que nos relacionamos, comunicamos, encaramos los conflictos y los procesos de negociación y gestionamos emociones (propias y también ajenas).

 

Las habilidades humanas son nuestro “cómo”. La manera en que integramos quiénes somos con lo que hacemos.

 

Son las que permiten que el abogado técnico se convierta en un profesional integral, capaz de interpretar leyes y cláusulas contractuales, pero también de comprender a las personas.

 

¿Cuándo y cómo se aplican?

 

Estas habilidades se activan en los momentos más cotidianos -y más críticos- del ejercicio profesional.

 

Cuando un cliente llega con ansiedad por un conflicto; cuando un colega propone una estrategia distinta; cuando el resultado no es el esperado; cuando necesitamos generar confianza; cuando lideramos equipos; cuando formamos parte de un equipo; cuando tenemos que escuchar antes de que dar opinión; cuando la honestidad y la transparencia se ponen en jaque para lograr el éxito en un proceso.

 

Ahí entran en juego la escucha activa, la comunicación asertiva, el lenguaje verbal y corporal, la empatía, la gestión emocional, la creatividad, el pensamiento lateral, la capacidad de adaptación, la negociación, la gestión de conflictos, el trabajo en equipo, el liderazgo, entre tantas otras.

 

Los vínculos cuidados, la sonrisa y la buena predisposición, la pregunta que hace pensar, la escucha que empatiza, la capacidad de aprender... hoy hacen diferencia entre un gran abogado y un gran abogado más humano.

 

La negociación y la gestión de los que conflictos, que tantas veces se entienden como una lucha por ganar, se pueden transformar procesos de entendimiento y colaboración conjunta. Al pensar en el otro, los resultados se vuelven óptimos, aplicables y sostenibles.

 

La vulnerabilidad y la transparencia -decir “no sé”, admitir errores, ser transparentes, genuinos y cercanos - son signos de fortaleza, no de debilidad. Aceptar no saber abre la puerta al aprendizaje y a procesos más humanos e integrales con acuerdos más auténticos y sostenibles.

 

¿Por qué son necesarias?

 

La respuesta es simple: el conocimiento técnico se da por sentado. Un abogado puede dominar el conocimiento de la jurisprudencia, las leyes y los códigos, pero lo que genera confianza, fidelidad y resultados sostenibles es su manera de compartir ese conocimiento para que sea comprendido y validado de manera consiente. Es ahí en donde las habilidades humanas se transforman en necesarias.

 

Diversas fuentes coinciden en las principales características de un “mal” abogado:

 

  • Falta de comunicación
  • Poco entusiasmo
  • Mala gestión del tiempo y desorganización
  • Conflictos de personalidad
  • Comportamiento poco ético

Todas son deficiencias humanas, no técnicas.
Por eso, el entorno (colegas, clientes, comunidad) ya no evalúa solo el “saber” o el “hacer”, sino el “saber ser”.

 

Y hacia el interior de las organizaciones, departamento legales y estudios jurídicos las habilidades humanas pueden hacer la diferencia. Conectarse con el bienestar del profesional genera una cultura virtuosa, en donde el plan de carrera es mucho más integral que el “up or out”.

 

Las habilidades humanas: clave para la abogacía moderna

 

  • Comunicación: saber decir, escuchar y preguntar. “Uno reconoce a los inteligentes por sus respuestas, pero a los sabios por sus preguntas.” Los 7 Niveles de Comunicación aplicados a los procesos internos, a la negociación y la gestión de conflictos.
  • Adaptación al cambio: abrazar lo nuevo, liderar la incertidumbre, confiar en el propio proceso.
  • Gestión emocional: mantener la calma en contextos de conflicto o presión.
  • Empatía y confianza: entender al cliente más allá de su conflicto puntual.
  • Colaboración y trabajo en equipo: trabajar con otros desde la apertura y no desde la competencia.
  • Transparencia y vulnerabilidad: reconocer límites, compartir información, actuar con autenticidad.
  • Liderazgo: ser consciente de la diferencia entre “poder” y “autoridad”. Inspirar personas, no manipular egos.

Estas competencias no se enseñan en las universidades, no se mencionan en los códigos ni aparecen en los manuales. Se re-conocen, se practican, se desarrollan y, sobre todo, se viven.

 

Un desafío

 

El mundo legal está cambiando. La tecnología reemplaza tareas (y a veces hasta personas), pero aún no reemplaza el valor intangible del vínculo humano.

 

En ese contexto, los abogados que logren integrar su dimensión técnica con su dimensión humana no solo destacarán: serán indispensables.

 

La vida profesional es una película. Con cambios de escenarios, de roles y vestuario, y hasta giros inesperados en el guion. Pero siempre llevamos con nosotros lo aprendido, nuestros valores, nuestros talentos y nuestra humanidad.

 

Liderar el cambio implica poner foco en el “como”, y no solo en el “qué”.

 

El desafío es claro: volver a ser humanos en una profesión que, en mucho casos, se ha transformado en un “commodity”.

 

 

Citas

(*) Jorge Cappellini – Socio en Cappellini & Asociados - Co-Fundador de ALdeCO - Co-fundador de Alquimia

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