El crédito hipotecario en Argentina ha sido un lujo para pocos. La foto es conocida: bancos atrapados con hipotecas a 20 o 30 años financiadas con depósitos a plazo de apenas meses, un mercado secundario inexistente y un andamiaje burocrático que encarece y ralentiza cada operación. El resultado: menos acceso a la vivienda, más desconfianza y un sistema que se oxida sin remedio.
Pero hay un cambio de paradigma en el aire. No se trata de una “cripto-moda” ni de un truco de marketing financiero: es la propuesta de usar blockchain como infraestructura complementaria para securitizar hipotecas. En palabras simples, digitalizar desde el boleto de compraventa hasta el último pago, encapsulando todo —contratos, datos y trazabilidad— en tokens auditables y respaldados jurídicamente.
La idea no es futurista: en Estados Unidos, el MERS permitió reducir costos y tiempos; en Alemania, el Pfandbrief es sinónimo de solidez; en Singapur y Suiza ya se negocian inmuebles tokenizados. La diferencia es que en Argentina el salto sería aún más transformador, porque ataca dos males crónicos: la falta de estandarización documental y la incapacidad de escalar sin multiplicar costos.
En este esquema, lo que se tokeniza no es un simple PDF, sino el testimonio digital notarial de la hipoteca, con la misma validez y fuerza ejecutiva que el título inscripto. Ese documento, encapsulado en un token único, garantiza un vínculo jurídico inalterable con el activo subyacente, preservando su oponibilidad y permitiendo que circule como un valor negociable seguro y trazable.
El modelo propuesto es claro: los testimonios digitales de hipotecas con certificación notarial, se resguardan en tokens únicos (ERC-721x, para los más técnicos) y se agrupan en fideicomisos financieros. De ahí, se emiten nuevos tokens que representan los tramos de deuda, listos para circular en mercados tradicionales o plataformas 24/7, con pagos y eventos automáticos programados en contratos inteligentes.
¿Quién gana? Todos. Los bancos pueden rotar cartera y liberar capital, los inversores —desde el FGS y el BICE hasta aseguradoras— auditan en tiempo real y reducen riesgos; el regulador recibe cumplimiento normativo “embebido” en cada token, con trazabilidad y controles AML/KYC automáticos; y el usuario final podría acceder a un crédito más competitivo y transparente.
Claro que no todo es idílico. Hay riesgos a gestionar: prepagos que alteran los flujos, morosidad que golpee a los tramos subordinados, falta de liquidez en un mercado secundario aún por construir, y la eterna necesidad de blindaje legal para evitar que una cesión se caiga en un concurso preventivo. Pero son riesgos conocidos, con soluciones probadas y escalables.
La clave está en la ejecución. La propuesta desarrollada por Pala Blockchain sugiere comenzar con pilotos controlados —por ejemplo, hipotecas UVA tokenizadas por un puñado de bancos— para testear la tecnología, la aceptación del mercado y la liquidez. Al mismo tiempo, avanzar con un estándar nacional de hipotecas digitales que fije requisitos técnicos, jurídicos y operativos para todos los actores.
En un país acostumbrado a parches, este enfoque tiene un mérito: no pide reinventar las leyes, sino aplicar la tecnología para reforzar lo que ya funciona y reparar lo que no. Blockchain no reemplaza al escribano, ni al Código Civil, ni al mercado de capitales; los potencia, los conecta y les da una capa de confianza programable.
Argentina necesita crédito hipotecario como el aire. Y por primera vez, la solución podría estar en escribir las reglas de confianza no solo en la ley, sino también en el código.
Citas
(*) Ceo y Cofundador de Pala
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